Adoración es el punto de encuentro
entre Dios y el hombre en su diario vivir, camina, donde respira, donde
trabaja. Allí estás adorando.
Kart Temple lo define como “el
sometimiento de todo nuestro ser a Dios. Es tomar conciencia de su santidad. Es
el sustento de la mente con la verdad; es la purificación de la imaginación por
su belleza; es la apertura del corazón a su amor; es la rendición de la
voluntad a sus propósitos” y Kart Barth
dijo que “La adoración cristiana es la acción más trascendental, urgente y
gloriosa que puede tener lugar en la vida humana”
En otras palabras adoración es una
actitud del corazón. Una meditación profunda sobre la grandeza y la dignidad de
Dios. Una sensación interna de temor y respeto hacia él. Es el derramamiento
del alma en profundas expresiones de reverencia, temor, maravilla y adoración. El
propósito de la adoración es ministrar y deleitar el corazón del Padre. Adoración no tiene nada que ver
contigo, ni conmigo. Adoración tiene que ver con lo que sucede en el cielo, con
el corazón del Padre.
Si quieres entender qué es la
adoración, lo debes ver y leer dentro
del contexto de Génesis 22. La primera referencia de la palabra adorar está en
Génesis 22:5 donde Abraham decido obedecer lo que Dios le demandó: sacrificar a
su hijo Isaac. “Yo y el muchacho iremos
hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros”.
Dios ordenó a Abraham que fuera y
adorada. La alabanza y la adoración no son opciones las cuales podamos decidir
hacer o no. Cuando la Biblia
dice: “Alabad a Jehová”, no es
sugerencia, sino un mandato. Todo hijo de Dios debe ser un alabador y adorador
de Dios.
La adoración es un sacrificio nacido
en la obediencia. Cuando Dios lo llama
y le dice: “Abraham” él responde “aquí estoy”. El pudo responder rápidamente a
la voz de Dios, porque lo conocía, porque tenía un trato diario con él.
A Abraham Dios le habló una sola vez
y él respondió rápidamente. Dios le pidió que sacrificara a su hijo, y la
respuesta de Abraham fue la obediencia. En el versículo12 Dios le dijo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni
le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios”. Dios estaba probando la
sinceridad y la integridad de la entrega de Abraham.
El secreto está en que Dios mide
obediencia según hechos; mientras que nosotros medimos obediencia según
nuestras intenciones. La adoración es:
Un sacrificio que
no tiene precio: Esta
adoración le iba a costar a Abraham su ofrenda mejor y más alta en valor. Iba a
ser un sacrificio de alabanza. Una vida de adoración demanda todo lo que somos
y tenemos, tiene que haber una entrega total a nuestro ser a Dios, para ser un
verdadero adorador. David declaró también este principio cuando dijo: “Porque no ofreceré a Jehová holocaustos que
no me cuesten nada” (2° Sam. 24:24)
Un acto de fe: Cada paso que Abraham dio ese día
fue uno paso de fe. Cuando iba hacia el monte, sabiendo que Dios había
requerido la ofrenda de su amado hijo, sabía por fe, que de alguna manera él e
Isaac volverían a regresar juntos.
Entregar todo: Abraham no sólo estaba preparado para
ofrecer a Isaac, sino también sus propios sueños, deseos, planes y anhelos
futuros. Su futuro estaba ligado a este muchacho. Estaba entregando todo lo que
había deseado. Abraham se entregaba a sí mismo. Jamás podremos entrar en una adoración verdadera hasta que no haya
habido una entrega completa de nuestro ser a dios. El yo siempre se interpondrá
en el camino de la
adoración. Así que debemos entregárselo a Dios en sumisión.
El acto costoso de adoración de
Abraham glorificó a Dios. Cuán sublime y glorioso debe ser aquél por quien
Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a su amado hijo. Dios nos dice en el
Salmo 50:23 “El que sacrifica alabanza me
honrará…” Todo acto de adoración
sincera glorifica a Dios.
El adorador también es bendecido. La
respuesta de Dios al acto de adoración de Abraham indica su gran placer y
también su deseo de bendecir a todo adorador.
“Por
cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto
te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las estrella del cielo y como
la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de
sus enemigos…por cuanto obedeciste a mi voz”. (Gén. 22:16-18)
La historia de María, aquella mujer
que ungió los pies de Jesús con un perfume de gran precio es un hermoso ejemplo
de adoración para nosotros. Juan nos dice que luego “secó sus pies con sus cabellos”. Imaginemos la fragancia exquisita
que llevaría en sus cabellos. Por dondequiera que fuera las personas notarías
aquél perfume. Lo mismo sucede con
los adoradores. Sus vidas llevas una fragancia exquisita por todas las partes
donde van. Es la fragancia de la gloriosa presencia de Dios
Así como Abraham estemos dispuestos
a entregarnos completamente a Dios siendo obedientes y poniendo sobre el altar
todo lo que somos, todo lo que queremos y todos nuestros sueños, y cuando Dios
vea nuestra disposición a sacrificar todo en su altar confirmará su pacto de
exaltarnos y bendecirnos por generaciones.
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