Necesitamos tener intimidad con Dios y buscarle con un corazón sediento
de su presencia. Sin su intervención en nuestra vida no tenemos ninguna
esperanza de ser felices, ni de proyectarnos al futuro y alcanzar nuestros
sueños. Nuestra dependencia de Dios, de la misma manera como Jesús nos enseñó
de la dependencia del pámpano con la vid, es la única garantía de dar fruto.
La búsqueda de tener intimidad con el Señor y vivir en su presencia,
tiene un propósito muy distinto al que aparentemente nos puede motivar a
acercarnos a él. Porque debemos cambiar la mirada de esta relación tú y Dios.
Debemos dejar de ser tan egoístas y buscarle sólo para que nos conteste
nuestras oraciones. Por muchos años mi relación con Dios se basaba en que se
ocupara de mis asuntos: Primero yo y después Dios. Pero llega el tiempo en que
primero esté Dios, y después yo.
¿Qué
es lo que Dios más desea de nosotros? ¿Qué trabajemos mucho para él? ¿Qué
hagamos sacrificios para mostrarle que lo tenemos en cuenta? ¡No! Por encima de
todo, más que ninguna otra cosa, lo que Dios desea es nuestro amor. El desea
que su amor sea correspondido. Hoy Dios está buscando un corazón apasionado por
su persona. Que nuestro interés y nuestro amor por él no esté condicionado a lo
que nos de, sino a lo que es.
Dios
pide ser amado honestamente, de corazón y no de labios, al igual de un esposo.
Pide
ser amado y reconocido, y su principal advertencia es que su pueblo no confíe
ni ame a otros dioses. Su corazón no mire a otro más que a él. “Él es el objeto de tu alabanza y él es tu
Dios” (v:21).
Él
desea ocupar el lugar que le corresponde. El desea ser objeto de amor por lo
que es, no sólo por lo que nos puede dar. Por eso dice que es celoso y no nos
comparte con nadie, porque: “Yo hago
misericordia a millares a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Ex.20:6)
dice Dios.
La intimidad con Dios no es sólo para que disfrutes de estar con tu
Dios, sino para que él disfrute contigo. Tampoco para que el satisfaga los
deseos de tu corazón, sino para los de él sean satisfechos.
La intimidad con el Señor no es para que le cuentes tus planes, sino
para que él te comparta los suyos ¡No corras a Dios para que cumpla tus
proyectos. Búscale para ofrecerte a cumplir los suyos!
El mismo Jesús es un ejemplo de esto:
“Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Tener intimidad con Dios es la experiencia más revolucionaria y hermosa
que puede existir. Pero es una experiencia sumamente peligrosa para nuestra
carne egoísta, nos pone en un serio compromiso, porque Dios revoluciona
nuestros intereses, nuestros valores, nuestras prioridades y nuestra propia
visión de la vida.
En ese proceso en el que Dios se va revelando y se manifiesta con todo
su esplendor a nuestra vida, nuestro corazón da un vuelco y comienza a
dirigirse hacia los sueños de Dios. Su visión pasa a ser nuestra visión, sus
sueños nuestros sueños, sus prioridades nuestras prioridades y toda nuestra
vida es trastornada.
No hay intimidad con Dios que no termine en llamamiento. No hay manifestación
de su presencia que no termine llevando a los hombres a dar su vida por cumplir
con sus propósitos.
Le pasó a Abraham cuando fue visitado por Dios en el encinar y le reveló
que haría de él una gran nación. A Moisés cuando en la zarza lo llamó para
liberar a su pueblo. Le ocurrió Saúl cuando el Espíritu Santo le mudó el
corazón y lo transformó en rey, y a Gedeón cuando el ángel lo llamó varón
esforzado y valiente, y se transformó en un líder para guiar a Israel a la
victoria.
La misma experiencia tuvo Ezequiel cuando estando cautivo en Babilonia
fue visitado por Dios y llamado a ser profeta, y por supuesto, le pasó a los
seguidores de Jesús, quienes cuanto más cerca estuvo de él, más se llenaron de
pasión por las almas.
Tener intimidad con Dios te pone en un serio compromiso porque Dios
comienza a revolucionar tus prioridades y tu corazón comienza a dirigirse a los
deseos de Dios.
El apóstol Pablo justificó su ministerio diciendo: “No fui rebelde a la visión celestial” Esa visión lo transformó. Si
el fanático religioso de Saulo fue transformado en un hombre lleno de gracia y
de compasión.
No puedes permanecer al lado de Jesús sin que tu corazón no comience a
latir como el de él, ni puedes experimentar su presencia sin que te
identifiques con su amor por el prójimo. Si dices que eres un hombre de
oración, muéstrame como amas.
Aquel intolerante, impetuoso y vengativo joven llamado Juan, que quería
que cayera fuego del cielo y consumiera a los samaritanos, al lado de Jesús se
transformó en un hombre lleno de amor
Vamos a buscar intimar con Dios sin ponerle condiciones, sin ponerle
reservas. Vamos a acercarnos y permitirle que él transforme nuestra vida,
trastorne nuestros pensamiento, cambie nuestros valores, rompa con nuestras
estructuras, arranque lo que no sirve y plante la semilla de su Reino.
Vamos a permitirle que su visión y sus sueños revolucionen nuestra vida
y nos transforme en apasionados en establecer en reino de Dios en esta tierra.
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