jueves, 4 de julio de 2013

El manto

2° Reyes 2:1-14 es uno de los pasajes más espectaculares en todo en Antiguo Testamento. Nos cuenta la historia milagrosa del envejecido profeta Elías y su siervo Eliseo. Elías, antes de ser arrebatado por el Señor, lleva a su discípulo a realizar un breve viaje de enseñanza por dos ciudades: Bet-el y Jericó. Luego llegaron a orillas del Jordán. Elías se quitó su manto y golpeó el agua con él. El manto era una prenda ancha, suelta y cómoda o toga. Sobrenaturalmente el agua se partió, y los dos hombres cruzaron sobre un suelo seco.
Elías luego le dijo a Eliseo: “Pide lo que quieras que haga por ti”. El hombre respondió “te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí”. Elías le respondió que si lo viera cuando el Señor lo quitara, su deseo sería cumplido. Caminando juntos, en un abrir y cerrar de ojos, Elías fue levantado por un carro de fuego. Eliseo, luego de romper en dos partes el manto de Elías se lo puso sobre su espalda. Regresando al Jordán, Eliseo hizo lo mismo que su maestro: Golpeó el agua, estas se abrieron y Eliseo caminó sobre el suelo seco. Así comenzó el propio ministerio.
Sin dudas, Dios quiere hacer mayores cosas con cada nueva generación. Y cada nueva generación tiene que buscar al Señor por sus propias experiencias del Espíritu Santo, y su propia investidura de poder de Él. Es maravilloso leer como Dios abrió el mar Rojo para Moisés pero nosotros queremos experimentar milagros en nuestro propio ministerio. Y es exactamente lo que el Señor desea para nosotros. El desea ampliar e incrementar nuestra fe para pedir como lo hizo Eliseo. Así como Elías, Jesucristo nos prometió: “Ustedes harán obras aún mayores que los que he realizado yo” (Juan 14:12).  
¿Por qué Elías quiso que Eliseo lo acompañara a Bet-el y Jericó? Quería enseñarle lecciones importantes. En primer lugar, Bet-el era una ciudad con una gran herencia espiritual. Jacob había ofrecido su sacrificio allí. Pero con los años se había corrompido. Jeroboam, su rey había levantado un becerro de oro y la gente se había entregado a la idolatría. Mientras caminaban por la calle Elías percibió el celo de Eliseo por lo que veía.
Probablemente Elías le dijo a Eliseo “Quédate a pastorear esta gente. Tienes el llamado, has sido bien entrenado. Tu puedes ayudarlos”. Pero Eliseo sabía que no estaba listo para enfrentar a esa ciudad.
Esta sociedad es peor que cualquiera que Elías o Eliseo jamás enfrentaran. Este tiempo demanda que el pueblo de Dios obtenga una doble porción de su poder y autoridad, para poder alcanzar a esta generación perdida.   
Luego fueron a Jericó, que significa “un lugar llamado grato”. Esta ciudad ahora es árida, seca, completamente sin vida. No había árboles, pastos, ni fruta. Todo se había marchitado, porque una corriente de veneno se había infiltrado en el suministro de agua de Jericó.
Jericó representa a una cristiandad muerta. Elías había establecido una escuela de profetas en Jericó. Estos jóvenes eran estudiantes de las escrituras. Era la generación de ministros que serían enviados por toda Judea e Israel para ministrar a la sociedad. Pero no tenían el poder del Espíritu Santo. No conocían a Dios. El próximo día le pedirían a Eliseo dejarlos ir a buscar el cuerpo de Elías. Ellos podían predicar, enseñar pero no habían experimentado el poder de Dios en sí mismos. Una vez más Elías le sugiere quedarse. Pero Eliseo sabía qué sucedería si se quedaba. Iba a vivir de recuerdos de su maestro. Él sabía que no podía impactar a alguien en esa iglesia hasta que él no hubiese recibido su propio toque de Dios.
¿Por qué Elías se empeñó en pasar el río Jordán milagrosamente? El Jordán no era un río profundo y ancho. Pero Elías lo hizo para retar a Eliseo.  Fue para demostrarle que cuando comenzara su propio ministerio tendría que predicar lo que Dios hubiera hecho en él personalmente. Elías se iba y Eliseo debía poner su confianza en Dios y experimentar los milagros en su misma vida.
“Pide lo que quieras que haga por ti”. Esta fue la última prueba de Elías. Quería ver como respondería Eliseo. Y su discípulo le contesta: “Tú sabes Elías como está esta sociedad. Tú sabes que voy a necesitar más poder, unción y autoridad que nunca antes. Te pido una doble porción del Espíritu de Dios”, le respondió. “Si me vieres cuando fuese quitado de ti”. Eliseo tenía que saber que el Espíritu Santo no puede hacer una obra especial si nos apoyamos en los recuerdo de nuestros maestros, debía mirar al Señor. Él respondería a su clamor.
Eliseo asumió su responsabilidad de continuar con la obra de Dios para su generación. Y cuando él estaba parado frente al río golpeó las aguas como diciéndole al Señor:Obra de nuevo, esta vez a través de mí. Ahora hazlo conmigo”.
Hoy el manto de Eliseo está a nuestra disposición ¡Vamos a recogerlo!



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