2° Reyes
2:1-14 es uno de los pasajes más espectaculares en todo en Antiguo Testamento.
Nos cuenta la historia milagrosa del envejecido profeta Elías y su siervo
Eliseo. Elías,
antes de ser arrebatado por el Señor, lleva a su discípulo a realizar un breve
viaje de enseñanza por dos ciudades: Bet-el y Jericó. Luego llegaron a orillas
del Jordán. Elías se quitó su manto y golpeó el agua con él. El manto era una
prenda ancha, suelta y cómoda o toga. Sobrenaturalmente el agua se partió, y
los dos hombres cruzaron sobre un suelo seco.
Elías
luego le dijo a Eliseo: “Pide lo que
quieras que haga por ti”. El hombre respondió “te ruego que una doble
porción de tu espíritu sea sobre mí”. Elías le respondió que si lo viera cuando
el Señor lo quitara, su deseo sería cumplido. Caminando juntos, en un abrir y
cerrar de ojos, Elías fue levantado por un carro de fuego. Eliseo, luego de
romper en dos partes el manto de Elías se lo puso sobre su espalda. Regresando
al Jordán, Eliseo hizo lo mismo que su maestro: Golpeó el agua, estas se
abrieron y Eliseo caminó sobre el suelo seco. Así comenzó el propio ministerio.
Sin dudas, Dios quiere hacer mayores
cosas con cada nueva generación. Y cada nueva generación tiene que buscar al
Señor por sus propias experiencias del Espíritu Santo, y su propia investidura
de poder de Él. Es maravilloso leer como Dios abrió el mar Rojo
para Moisés pero nosotros queremos experimentar milagros en nuestro propio
ministerio. Y es exactamente lo que el Señor desea para nosotros. El desea
ampliar e incrementar nuestra fe para pedir como lo hizo Eliseo. Así como
Elías, Jesucristo nos prometió: “Ustedes
harán obras aún mayores que los que he realizado yo” (Juan 14:12).
¿Por qué
Elías quiso que Eliseo lo acompañara a Bet-el y Jericó? Quería enseñarle
lecciones importantes. En primer lugar, Bet-el era una ciudad con una gran
herencia espiritual. Jacob había ofrecido su sacrificio allí. Pero con los años
se había corrompido. Jeroboam, su rey había levantado un becerro de oro y la
gente se había entregado a la idolatría. Mientras caminaban por la calle Elías
percibió el celo de Eliseo por lo que veía.
Probablemente
Elías le dijo a Eliseo “Quédate a pastorear esta gente. Tienes el llamado, has
sido bien entrenado. Tu puedes ayudarlos”. Pero Eliseo sabía que no estaba
listo para enfrentar a esa ciudad.
Esta
sociedad es peor que cualquiera que Elías o Eliseo jamás enfrentaran. Este
tiempo demanda que el pueblo de Dios obtenga una doble porción de su poder y
autoridad, para poder alcanzar a esta generación perdida.
Luego
fueron a Jericó, que significa “un lugar llamado grato”. Esta ciudad ahora es
árida, seca, completamente sin vida. No había árboles, pastos, ni fruta. Todo
se había marchitado, porque una corriente de veneno se había infiltrado en el
suministro de agua de Jericó.
Jericó
representa a una cristiandad muerta. Elías había establecido una escuela de
profetas en Jericó. Estos jóvenes eran estudiantes de las escrituras. Era la
generación de ministros que serían enviados por toda Judea e Israel para
ministrar a la sociedad. Pero no tenían el poder del Espíritu Santo. No
conocían a Dios. El próximo día le pedirían a Eliseo dejarlos ir a buscar el
cuerpo de Elías. Ellos podían predicar, enseñar pero no habían experimentado el
poder de Dios en sí mismos. Una vez más Elías le sugiere quedarse. Pero Eliseo
sabía qué sucedería si se quedaba. Iba a vivir de recuerdos de su maestro. Él
sabía que no podía impactar a alguien en esa iglesia hasta que él no hubiese
recibido su propio toque de Dios.
¿Por qué
Elías se empeñó en pasar el río Jordán milagrosamente? El Jordán no era un río
profundo y ancho. Pero Elías lo hizo para retar a Eliseo. Fue para demostrarle que cuando comenzara su
propio ministerio tendría que predicar lo que Dios hubiera hecho en él
personalmente. Elías se iba y Eliseo debía poner su confianza en Dios y
experimentar los milagros en su misma vida.
“Pide lo
que quieras que haga por ti”. Esta fue la última prueba de Elías. Quería ver
como respondería Eliseo. Y su discípulo le contesta: “Tú sabes Elías como está
esta sociedad. Tú sabes que voy a necesitar más poder, unción y autoridad que
nunca antes. Te pido una doble porción del Espíritu de Dios”, le respondió. “Si
me vieres cuando fuese quitado de ti”. Eliseo tenía que saber que el Espíritu
Santo no puede hacer una obra especial si nos apoyamos en los recuerdo de
nuestros maestros, debía mirar al Señor. Él respondería a su clamor.
Eliseo
asumió su responsabilidad de continuar con la obra de Dios para su generación.
Y cuando él estaba parado frente al río golpeó las aguas como diciéndole al
Señor: “Obra
de nuevo, esta vez a través de mí. Ahora hazlo conmigo”.
Hoy el manto de Eliseo
está a nuestra disposición ¡Vamos a recogerlo!
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