Hay
un profundo y constante anhelo en mi corazón: tener un avivamiento personal,
una nueva hambre por la presencia de Dios, un nuevo tiempo de enamoramiento de
Dios y de su palabra. Una búsqueda de conocer su amor, su santidad y su gloria,
de verlo obrar entre en mi vida, en mi familia y entre nosotros, sus hijos.
Después
de 38 años de creyente, sé que la oración, la obediencia y el arrepentimiento
constante de mis pecados, son el único camino para que mi vida sea transformada.
No hay atajos, no hay otro secreto. No es un toque mágico, es un proceso de
buscar a Dios, y de arrepentirme de mis pecados para que mi humanidad débil y
pecadora ceda y permita que espíritu de Cristo que mora adentro mío pueda
manifestar su imagen en mí.
Lo
he comprobado tantas veces: cuanto más me acerco a su presencia, más me
identifico con su corazón, más deseo la pureza y la santidad, y más rechazo el
pecado en mi vida. Y eso es lo que todos necesitamos. Uno de los gestores del
primer avivamiento del siglo XX, en 1905, el que se llama el avivamiento de
Azusa, dijo: “La profundidad del avivamiento se determinará exactamente por la
profundidad del espíritu de arrepentimiento. Y esto es vigente para todos los
pueblos y en todos los tiempos”
Un
especialista es estudiar los grandes avivamientos a lo largo de la historia de
la iglesia expresó: “Los secretos de los avivamientos parecen reducirse a dos
principales: Un arrepentimiento muy profundo y una forma de “luchar” en oración
clamando a Dios por el derramamiento de su Espíritu Santo.
Este
pastor recomienda algo que todos debemos hacer: Tomar un tiempo a solar con
Dios, en un lugar apartado. Pedirle al Espíritu Santo que alumbre con su luz en
su corazón y le muestre cada sucia, por pequeñas que sean. Que él alumbre las
profundidades de su ser y le muestre todo lo que está mal. Pídale a Dios que le
muestre como se siente acerca de esos pecados. Arrodíllese y confiese cada
pecado específicamente, perdone y renuncie a esos malos sentimientos. Asegúrese
de que el arrepentimiento alcance el nivel más profundo posible.
Su
pasado debe quedar atrás y ser limpiado. Y si hay algo que es dudoso, donde no
puede decidir si es bueno o malo, también renuncie a ello. No debe haber ni la
sombra de una entre usted y Dios.
El
otro ingrediente es una oración de lucha o agonía. Este tipo de oración es un
ingrediente esencial de un avivamiento. Los predicadores antiguos hablaban de
tener un “espíritu de oración”. Ellos hablaban de llorar, agonizar, clamar,
luchar, “tener dolores” en oración, algo que me sucede con frecuencia.
Estos predicadores de avivamientos eran tan ungidos y llenos de la presencia de
Dios porque habían llegado frente al trono de Dios y allí pasaban mucho tiempo
teniendo comunión con él.
Charles
Finney dijo: “Mientras yo no tenía el espíritu de oración, no podía hacer nada…
me encontraba incapaz de predicar con poder y eficacia, o de ganar almas”.
George Whitefield dijo: “Días y semanas enteras pasé postrado, en el suelo, en
oración silenciosa o en voz alta”.
De
Evan Roberts se dijo que: El se quebrantaba, llorando amargamente ante Dios
para que él se manifestara, en una agonía de oración”. John Wesley preguntó:
“¿Tiene usted días de ayuno y oración? Asalte el trono de la gracia y persevere
allí, y misericordia vendrá de lo alto.
En
Génesis 32 Jacob luchó con el Señor hasta que éste le bendijo. Si esperamos
recibir poder y bendición del Señor, entonces tenemos que estar dispuestos a
luchar con él en oración y ayuno, en negación de sí mismo, en llevar su cruz.
Sé
desesperado para ver que Dios sea glorificado en la tierra. Limpia tus manos y
tu corazón para que puedas entrar al trono de Dios. Clama a Dios para que él
derrame su espíritu de oración sobre tu vida. Que alimente su fuego en tu
corazón para que puedas agonizar en oración. Al orar sé muy específico para que
Dios derrame de su Espíritu sobre tu vida y sobre la iglesia.
¡Vamos
a clamar como Iglesia hasta que la lluvia tardía prometida descienda sobre esta
tierra!
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