jueves, 4 de julio de 2013

Sin límites

Desde que Satanás tentó a Eva en el Edén, dudar de la persona de Dios y de su palabra ha sido la peor de las esclavitudes del hombre “¿Con que Dios os ha dicho…?”, preguntó sarcásticamente el diablo, y tentó a la mujer, de que si comía no moriría como había dicho Dios. Esa fue una pregunta que sembró la semilla de la incredulidad, de la duda. El diablo acusó a Dios como mentiroso y ¡Adán y Eva le creyeron! Desde el momento que pecaron se hicieron esclavos del pecado, y esa esclavitud los llevó a la más oscura ignorancia de su realidad, creyendo lo que es mentira, y dudando de lo que es la verdad de Dios. Hizo del hombre una caricatura de la imagen real con que fue creado, ya que, de ser un hombre espiritual, se transformó en un hombre natural, deformado por el pecado, muerto espiritualmente y con su mente oscurecida. El ser creado por Dios a su imagen y semejanza se transformó en una criatura llena de limitaciones, dominado por sus pasiones, incrédulo por naturaleza y con una mente oscurecida, carnal, cerrada al espíritu.
Cuando vivimos con un conocimiento limitado de Dios, y nuestra mente no ha sido renovada por el Espíritu, esa ignorancia nos lleva a vivir una fe limitada, y la incredulidad nos paraliza, nos ata, nos acorrala a una vida religiosa, llena de normas humanas y de impotencia. La ignorancia de la verdad de la persona de Dios y la falta de entendimiento espiritual nos hace vivir en las limitaciones de nuestra carne.  Pero dijo Jesús “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32) Pidámosle al Espíritu que nos revele la verdad y podamos conocer en una dimensión poderosa la persona de Dios. Cada promesa de Dios, cada palabra que ha declarado la ha cumplido cabalmente y la seguirá cumpliendo.
Si Jesús murió para romper límites, no permitas que haya cosas que te limiten. Cristo dio todo lo que tenía. No guardo nada para sí. Se vació de todo lo suyo. Ahora su reino no tiene límites. Si eres parte de su reino, que los límites los ponga Él, pero muévete en sus límites y no en los tuyos. Rompamos la limitación que nos impide vivir en el poder del Espíritu y movernos en las señales poderosas del Reino de Dios ¿Cómo? Debemos saber que tenemos la mente de Cristo, que tenemos una nueva naturaleza y somos espirituales. Las cosas del espíritu son locura para los carnales.
Necesitamos conocer a Dios y a su voluntad. El espíritu de revelación abre nuestro entendimiento de quien es Dios y de ahí proviene la liberación del poder del cielo.  Pablo oró para que Dios le de a los efesios “espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él” (Ef. 1:17) La revelación es tan esencial que sin ella perecemos.
Cuanta más revelación lleva una persona, más fe va a poder ejercitar. Si yo creo que Dios no desea sanar a nadie, entonces mi revelación me limita cada vez más. La clave es tener discernimiento espiritual, abrir nuestro hombre espiritual para la revelación directa de Dios. La oración inicia el comienzo de la revelación de nuestro corazón y de nuestra mente. Dios ha preparado para revelarnos cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido a nuestro corazón. Y nos la reveló por el Espíritu porque “el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1° Cor. 2:9)
¿Quién nos trae el conocimiento de las verdades de Dios? El Espíritu Santo es el motor de búsqueda más grande de todo el universo. Dios ha estado pensando mucho en nosotros y tiene cosas que decirnos. El Espíritu busca todo ese archivo y te trae sus tesoros en el momento indicado, si estás escuchando.
Debemos buscar la revelación, debemos estar hambrientos y desearla. Jabes fue más ilustre que sus hermanos porque pidió que Dios ensanchara su territorio y Dios le otorgó lo que pidió. Salomón pidió sabiduría porque se reconocía limitado para ser rey de Israel y Dios le dio sabiduría y prudencia muy grandes, y anchura de corazón como la arena que está a la orilla del mar”. A través de Jeremías Dios nos invita a clamar y nos dice: “Yo te responderé y te enseñaré cosas grandes y ocultas…” Clamar significa gritar al Señor con la voz muy alta. Esa parte profunda del hombre llama a la parte profunda de Dios. Esa hambre y apertura del corazón determina el nivel de revelación que recibimos ¿Cómo atraemos la revelación de Dios? Una manera de atraer revelación es obedecer lo que conocemos. La obediencia es una señal para que Dios te de más revelación. El corazón tierno atrae el espíritu de revelación.
Busquemos la guía del Espíritu Santo. El Espíritu nos revelará lo secreto y nos guiará a toda verdad. “Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Juan 16:13) Hay cosas profundas e íntimas en El que sólo sabe su Espíritu; y su Espíritu es la única persona que nos puede guiar a un conocimiento realmente íntimo de Dios.
Recuerda, no hay yugo que el poder del Espíritu no pueda romper. No hay leña que el fuego del Espíritu no pueda encender. No hay un corazón dispuesto que el Espíritu no pueda transformar ¡No hay vidas rendidas que Él no pueda usar para la gloria de Dios!


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