Desde
que Satanás tentó a Eva en el Edén, dudar de la persona de Dios y de su palabra
ha sido la peor de las esclavitudes del hombre “¿Con que Dios os ha dicho…?”, preguntó sarcásticamente el diablo,
y tentó a la mujer, de que si comía no moriría como había dicho Dios. Esa fue
una pregunta que sembró la semilla de la incredulidad, de la duda. El diablo
acusó a Dios como mentiroso y ¡Adán y Eva le creyeron! Desde el momento que
pecaron se hicieron esclavos del pecado, y esa esclavitud los llevó a la más
oscura ignorancia de su realidad, creyendo lo que es mentira, y dudando de lo
que es la verdad de Dios. Hizo del hombre una caricatura de la imagen real con
que fue creado, ya que, de ser un hombre espiritual, se transformó en un hombre
natural, deformado por el pecado, muerto espiritualmente y con su mente
oscurecida. El ser creado por Dios a su imagen y semejanza se transformó en una
criatura llena de limitaciones, dominado por sus pasiones, incrédulo por naturaleza
y con una mente oscurecida, carnal, cerrada al espíritu.
Cuando
vivimos con un conocimiento limitado de Dios, y nuestra mente no ha sido
renovada por el Espíritu, esa ignorancia nos lleva a vivir una fe limitada, y
la incredulidad nos paraliza, nos ata, nos acorrala a una vida religiosa, llena
de normas humanas y de impotencia. La ignorancia de la verdad de la persona de
Dios y la falta de entendimiento espiritual nos hace vivir en las limitaciones
de nuestra carne. Pero dijo Jesús “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres” (Juan 8:32) Pidámosle al Espíritu que nos revele la verdad y
podamos conocer en una dimensión poderosa la persona de Dios. Cada promesa de
Dios, cada palabra que ha declarado la ha cumplido cabalmente y la seguirá
cumpliendo.
Si
Jesús murió para romper límites, no permitas que haya cosas que te limiten. Cristo dio todo lo que tenía. No guardo nada para sí. Se vació de
todo lo suyo. Ahora su reino no tiene límites. Si eres parte de su reino, que
los límites los ponga Él, pero muévete en sus límites y no en los tuyos. Rompamos la
limitación que nos impide vivir en el poder del Espíritu y movernos en las
señales poderosas del Reino de Dios ¿Cómo? Debemos saber que tenemos la mente
de Cristo, que tenemos una nueva naturaleza y somos espirituales. Las cosas del
espíritu son locura para los carnales.
Necesitamos
conocer a Dios y a su voluntad. El espíritu de
revelación abre nuestro entendimiento de quien es Dios y de ahí proviene la
liberación del poder del cielo. Pablo
oró para que Dios le de a los efesios “espíritu
de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él” (Ef. 1:17) La revelación es tan esencial que sin ella perecemos.
Cuanta más revelación lleva una persona, más fe va a
poder ejercitar. Si yo creo que Dios no desea sanar a nadie, entonces mi
revelación me limita cada vez más. La clave es tener discernimiento espiritual,
abrir nuestro hombre espiritual para la revelación directa de Dios. La oración
inicia el comienzo de la revelación de nuestro corazón y de nuestra mente. Dios
ha preparado para revelarnos cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido a
nuestro corazón. Y nos la reveló por el Espíritu porque “el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1° Cor. 2:9)
¿Quién nos trae el conocimiento de las verdades de
Dios? El Espíritu Santo es el motor de búsqueda más grande de todo el universo.
Dios ha estado pensando mucho en nosotros y tiene cosas que decirnos. El
Espíritu busca todo ese archivo y te trae sus tesoros en el momento indicado,
si estás escuchando.
Debemos
buscar la revelación, debemos estar hambrientos y desearla. Jabes fue más
ilustre que sus hermanos porque pidió que Dios ensanchara su territorio y Dios
le otorgó lo que pidió. Salomón pidió
sabiduría porque se reconocía limitado para ser rey de Israel y Dios le dio “sabiduría y
prudencia muy grandes, y anchura de corazón como la arena que está a la orilla
del mar”. A través de Jeremías Dios nos invita a clamar y nos dice: “Yo te responderé y te enseñaré
cosas grandes y ocultas…” Clamar significa gritar al
Señor con la voz muy alta. Esa parte profunda del hombre llama a la parte
profunda de Dios. Esa hambre y apertura del corazón determina el nivel de
revelación que recibimos ¿Cómo atraemos la revelación de Dios? Una manera de
atraer revelación es obedecer lo que conocemos. La obediencia es una señal para
que Dios te de más revelación. El corazón tierno atrae el espíritu de
revelación.
Busquemos
la guía del Espíritu Santo. El
Espíritu nos revelará lo secreto y nos guiará a toda verdad. “Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad”
(Juan 16:13) Hay cosas profundas e íntimas en El que sólo sabe su Espíritu; y su
Espíritu es la única persona que nos puede guiar a un conocimiento realmente
íntimo de Dios.
Recuerda,
no hay yugo que el poder del Espíritu no pueda romper. No hay leña que el fuego
del Espíritu no pueda encender. No hay un corazón dispuesto que el Espíritu no
pueda transformar ¡No hay vidas rendidas que Él no pueda usar para la gloria de
Dios!
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