Todos los que hemos elegido creer en el mensaje de la Cruz hemos sido sabios.
Porque, aunque sea una locura para este mundo, Dios eligió salvar a la
humanidad a través de la muerte de su hijo Jesús. Y lo que para otros es una
locura, para nosotros es poder de salvación para nuestra salvación.
En 1° Corintios 1:18 Pablo declara: ““Porque la palabra de la cruz es locura a
los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de
Dios. Pues está escrito: “Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el
entendimiento de los entendidos”. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba?
¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría
de este mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios
mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la
predicación”. El apóstol explica el antagonismo que existe entre la
sabiduría de Dios y la sabiduría de los hombres. Dios obra poderosamente de una
manera que es exactamente al revés de lo que el mundo haría; a través de la
cruz de Cristo.
Para creer los judíos pedían señales de su poder, los
griegos buscaban la sabiduría que no los llevaba a encontrar ninguna respuesta
a sus grandes interrogantes sobre la vida. Pero Cristo le dijo a Tomás: “Bienaventurado los que no vieron, y
creyeron”. Y nosotros, quienes hemos creído en el sacrificio de Cristo y
por fe nos apropiamos de esa redención, hemos encontrado la respuesta y la
verdad.
Porque ¿qué es la verdadera sabiduría, si no es conocer
al amor y la voluntad de Dios? La esencia de la sabiduría espiritual reside en
el conocimiento de los caminos y la voluntad de Dios. Por eso Pablo declara
que, aunque no seamos ni poderosos ni sabios para este mundo, Dios se propuso
tomar lo débil para avergonzar a lo fuerte. Tomó lo que es menospreciado en
este mundo, lo que no vale nada, para “deshacer
lo que es”
Nosotros, los cristianos, no nos glorificamos ni nos
justificamos en nuestra propia justicia, sino que nuestra gloria se llama
Jesucristo, por quien tenemos sabiduría, justicia, santificación y redención.
La sabiduría humana a la que Pablo se opone, no es la
del intelecto o la educación, sino que es la falsa independencia del hombre y
la autosuficiencia. Dios rechaza la sabiduría humana a causa de su orgullo.
¿Cómo alcanzamos nosotros esta sabiduría? En primer lugar sepamos que esta sabiduría
nos fue revelada. Pablo nos enseña que la sabiduría de Dios, que estuvo oculta
durante siglos, escondida en su mente, nos fue revelada en Jesucristo. ¿Cuáles
son aquellas cosas que ojo no vio, ni oído oyó ni han subido en corazón de
hombre? Es Cristo que se reveló a nuestra vida por medio de su Espíritu.
Dos cosas hacen falta para conocer a Dios y a la
verdad: una revelación a través de su Espíritu y una respuesta de fe de nuestra
parte por eso. Y lo tremendo es que, quienes tienen esta sabiduría entienden
todas las cosas.
¿Cómo reflejamos esta sabiduría? Se refleja a través de
la madurez de una persona espiritual, en su carácter y en su manera de
relacionarse con los demás. Es evidente que cuando Cristo vino a nuestra vida
cambió nuestro corazón y nos arrepentimos de vivir una vida centrada en
nosotros mismos. Pero los cambios se profundizan en la medida de que cambiamos
nuestra manera de pensar, nuestros criterios, y esto se refleja en nuestra
manera de actuar y de relacionarnos.
La humildad, la mansedumbre, la bondad son reflejo de
una vida sabia, de alguien que aceptó la cruz, que no pelea más por sus
derechos ni por ser obedecido por los demás, sino que no tiene problemas a la
hora de defenderse, y si hasta es necesario sufrir. Sabe quién es su abogado,
sabe quien es su defensor y a quien debe darle toda la gloria. Así era Cristo,
sufrido, amoroso, humilde, lleno de misericordia.
Los discípulos mostraban que no tenían sabiduría al buscar imponerse unos a los
otros, al pelearse por ver quien figuraba más, quien se llevaba más gloria,
quien era más importante.
Los que tienen la sabiduría de lo alto “no hacen lo malo; al contrario, buscan la
paz, son obedientes y amables con los demás, se compadecen de los que sufren, y
siempre hacen lo bueno; tratan a todos de la misma manera”
Necesitamos esta sabiduría de lo alto para entender los
caminos de Dios. Para no equivocarnos.
“Nadie se
engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase
ignorante, para que llegue a ser sabio” (1 Cor. 3:18)
Necesitamos sabiduría para discernir lo bueno de lo
malo, para examinarlo todo y retener lo bueno. Para no dejarnos llevar por la
insensatez de este siglo.
Sabiduría para no ser engañado por falsas propuestas,
para no ser traicionado por mi propia sabiduría ni criterios equivocados, para
no vivir un evangelio de palabras, incoherente. Un evangelio que no cambia las
actitudes egoístas y orgullosas de nuestra carne.
Necesitamos la sabiduría que nos haga volver a
crucificarnos con Cristo y ya no vivir para nosotros mismos. Aquella que nos
haga entregarnos por amor a los demás, a partir de entender que Cristo se
entregó por nosotros.
Que el Espíritu Santo vuelva a revelar lo oculto de
Dios, nos enseñe el misterio del amor, nos revele sus propósitos perfectos para
cada uno de nosotros.
Pide a Dios sabiduría para que “la palabra de la cruz
se manifieste en poder de Dios” en tu vida.
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