jueves, 4 de julio de 2013

El llamado

No hay peor estado en la vida que vivir a contramano de Dios. Que Dios se nos resista en nuestro camino porque no estamos obedeciendo a su voz y a su llamado. Parece que toda la vida se nos vuelve en contra porque Dios nos manda hacia una dirección y nosotros vamos hacia otra.
De esto tiene mucho para contarnos el profeta Jonás, quien fue llamado por Dios para que se dirigiera hacia Nínive a llamar a esa ciudad al arrepentimiento y él se hizo el distraído y se fue en dirección contraria. Intentó escaparse de Dios, pero no podemos ocultarnos de él. Todos sabemos lo que ocurrió, cuando se desató la tormenta en el barco en que viajaba y finalmente, ya en el agua fue tragado por una ballena.
Es muy peligroso caminar fuera de la voluntad de Dios. Sobre todo cuando él nos ha elegido para cumplir con una tarea para sus nobles propósitos. Dios siempre estuvo llamando a los hombres para llevar adelante sus planes.
Llamó a Noé para no destruir a toda la humanidad,  a Abraham para levantar su pueblo, a José para salvar a Israel de la destrucción, a Moisés para liberarlo de la esclavitud, y a Gedeón para darle victoria frente a sus enemigos. Llamó a Samuel para que sea su sacerdote, a David para que sea rey y a profetas como Elías, Eliseo, Ezequiel y Jeremías para llamar al arrepentimiento al pueblo de Dios. 
Dios nos diseñó para cumplir con un propósito, cada uno de nosotros fue diseñado de manera única, formado para hacer ciertas cosas. Antes que Dios te hiciera decidió qué rol quería que jugaras en la Tierra. Por eso Pablo le dice a los Efesios que “nos escogió en él antes de la fundación del mundo, habiéndonos predestinado” (Efe.1:4). Él planeó con exactitud cómo quería que lo sirvieras, y te formó para esa tarea. Eres de la manera que eres, porque fuiste hecho para un ministerio específico. Y Dios usa todo eso para formarte, para que ministres a otros, y te forma para servirlo a Él. Dios no desperdicia nada. Pienso en la vida de José que, que debió atravesar por tantas crisis y situaciones incomprensibles, hasta que finalmente fue exaltado y pudo reconocer que cada hecho en su vida había sido parte de un plan perfecto de Dios.
O en Moisés, que desde que nació fue predestinado para transformarse en el líder que llevara al pueblo de Dios desde la esclavitud a la tierra prometida. Pero él recién encontró el sentido a sus contradicciones cuando fue llamado por Dios desde una zarza en el desierto.
El llamado nos llega cuando Dios determina que es el momento de llevarlo adelante. Esto lo entendió Pablo quien le escribió a los Gálatas: “Cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia”. Y cuando un hijo de Dios, escogido por Dios para una tarea específica, comienza a llevarla adelante en el tiempo determinado por Dios, con el respaldo del Espíritu Santo, su vida lleva un fruto abundante.
Ser llamado requiere compromiso. Un cristiano que no entiende su llamado no se compromete. No encuentra una motivación para esforzarse. Piensa que otros tienen que hacerse cargo, ellos sólo van a la iglesia para recibir bendición, pero no encuentran otro sentido de la vida cristiana.
Otros salen a predicar, ellos no. Otros se preocupan por aprender, ellos no. Otros toman la carga de visitar a los están con necesidad, ellos no.
¡Qué distinto es encontrar a un cristiano que reconoce su llamado! Como Jeremías, los llamados tienen un fuego interior que no se puede apagar. Los llamados son los primeros en decir “envíame a mí” al Señor. Los llamados dejan todo por servir al Señor. Los llamados no se detienen hasta terminar la obra.
¿Por qué tengo que responder a su llamado? Porque sabemos que somos de Dios y el mundo está bajo el maligno, porque las multitudes están hambrientas y desamparadas, y porque el tiempo es corto y los campos están blancos para la ciega
Dios te llama una vez más. Dice “Hijo, ve hoy a trabajar a mi viña. Yo voy a capacitarte y darte las fuerzas para que termines la tarea”.

Dile que sí al Señor y vive en el gozo de cumplir el propósito para el que fuiste soñado por Él.

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