jueves, 4 de julio de 2013

Instrumentos en sus manos


En estos días me acuerdo mucho de José, el instrumento que Dios escogió para servir al Mesías. Las sorprendentes palabras de su prometida dejaron a aquél joven en un estado de conmoción. Conocía a María, y la amaba profundamente. Sabía que ella era una mujer íntegra y no mentiría, pero la noticia de ese embarazo del cual era ajeno, y la explicación aún más extraña que escuchó de su boca, lo dejaron desconcertado y preguntándose como resolver el dilema ¿Le hacía caso a sus convicciones o a sus emociones? José era un hombre justo, y se sentía con el deber de obedecer la ley de Dios. Pero ero significaría denunciar a su amada, lo cual la llevaría a una sentencia de muerte. Por otro lado, no quería humillarla pero seguir adelante en esas condiciones era inaceptable. Con una mezcla de dolor y de desilusión, se propuso mantener el secreto y dejar a su prometida, aunque el amor hacia ella le producía una gran angustia.
La noche de aquella decisión tormentosa fue interrumpida por la visita de un ángel que le habló en sueños. -¡José, hijo de David! Lo llamó y las palabras del ángel, como rayos de luz, fueron penetrando en la oscuridad de su alma hasta liberarla de tal turbación: -No temas en recibir a María, le dijo. El niño es engendrado por el Espíritu Santo. Se llamará Jesús. Salvará al pueblo de sus pecados, nos cuenta Mateo 1:21.
La noticia del ángel del Señor fue tan contundente, tan poderosa que transformó para siempre su vida. Sería protagonista de un hecho profetizado y esperado por todo Israel. Lejos de asustarse, la visión desató en aquél joven fe y determinación a dejarse usar como un instrumento en las manos del Señor. Había dejado de ser un simple carpintero anónimo para ser el padre adoptivo del Salvador.
Pero amigo, entra por un momento en los zapatos de José. ¿Qué hubiera pasado si se habría dejado llevar por el legalismo religioso?, ¿O si se hubiera dejado tentar por el diablo para proponerle a María que abortara?, ¿O simplemente desechara la voz el ángel y abandonara a su prometida?
Pero José tomó las decisiones correctas, y su ejemplo nos enseña tanto. Fue prudente al recibir la noticia del embarazo. No se dejó llevar por las emociones ni la desesperación. Esperó como quien espera que Dios dé una señal. Y cuando escuchó al ángel, creyó y respondió rápidamente, sin demora ni discusiones inútiles. María necesitaba todo su apoyo, y el Espíritu Santo contaba con su cuidado y sensibilidad para mantener a salvo al niño.
Todos los sucesos que se desencadenarían luego, demandaban que aquel hombre tuviera fuertes convicciones, fuera valiente, humilde y muy obediente a las señales que recibiera de parte de Dios. José estaría en el centro de una guerra espiritual desatada por el diablo para destruir a Jesús.
Él debió viajar a Nazareth para ser empadronado cuando el estado de gravidez de María ya era avanzado, con el peligro que esto significaba para su salud. Tuvo que tomar decisiones difíciles cuando el alumbramiento se avecinaba y no encontraba lugar donde hospedarse. Fue el improvisado partero de su mujer, cuando María dio a luz, en un instante donde todo el cielo contemplaba expectante esa escena iluminada por una estrella creada para esa ocasión.
José cumplió con lo que le mandaba Dios y a los ocho días, subió a Jerusalén para presentarlo ante el Señor. De regreso fue otra vez visitado por un ángel del Señor quien le mandó levantarse y huir porque el rey Herodes buscaría destruir al niño. “Y esa misma noche, José salió para Egipto con el niño y con María, su madre” - ¿Qué ocurre José? ¿Por qué la prisa? Habrá preguntado María. Pero su esposo conocía la voz del ángel y sabía que debía obedecerla. Otra vez a levantar campamento, otra vez a caminar por varios días a través del desierto hacia aquella nación extraña.
La Biblia no nos dice cuánto tiempo vivieron en Egipto, sólo que duró hasta que murió Herodes. Pero la noticia no la leyó en un diario ni la vio por televisión. Otra vez el ángel mensajero apareció en sueños diciéndole: “Levántate, toma al niño y a su madre, y vuelve a la tierra de Israel porque han muerto los que procuraban  la muerte del niño”, continúa diciendo Mateo 2:20  ¡Otra vez a viajar! Cuidar a aquella esperanza llamada Jesús significaba velar en todo tiempo ¿te suena conocido?
José regresó a su tierra, pero otra vez fue avisado por revelación en sueños y en lugar de ir Judea, se estableció en Nazareth. Lucas nos cuenta que todos los años José y María llevaban a Jesús a Jerusalén para la fiesta de la pascua, mientras el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
Si hoy me encontrara con José le diría: -¡Gracias José! Fuiste un gran padre, y también un gran hombre de Dios.
Así debemos ser los siervos del Señor: Estar dispuestos en el momento que Dios nos necesita, permitirle que cambie nuestros planes, ser instrumentos rendidos en las manos del Señor aunque nos signifique pasar por días de zozobra y de angustia. Tenemos que ser fieles en lo poco, y cuando hayamos cumplido con lo que Dios nos encomendó tener la humildad de menguar, sabiendo que nuestro tiempo ha concluido.
¡Dios, levanta muchos José, hijos de David, en esta generación!  


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