En estos
días me acuerdo mucho de José, el instrumento que Dios escogió para servir al
Mesías. Las sorprendentes palabras de su prometida dejaron a aquél joven en un
estado de conmoción. Conocía a María, y la amaba profundamente. Sabía que ella
era una mujer íntegra y no mentiría, pero la noticia de ese embarazo del cual
era ajeno, y la explicación aún más extraña que escuchó de su boca, lo dejaron
desconcertado y preguntándose como resolver el dilema ¿Le hacía caso a sus
convicciones o a sus emociones? José era un hombre justo, y se sentía con el
deber de obedecer la ley de Dios. Pero ero significaría denunciar a su amada,
lo cual la llevaría a una sentencia de muerte. Por otro lado, no quería
humillarla pero seguir adelante en esas condiciones era inaceptable. Con una
mezcla de dolor y de desilusión, se propuso mantener el secreto y dejar a su
prometida, aunque el amor hacia ella le producía una gran angustia.
La noche
de aquella decisión tormentosa fue interrumpida por la visita de un ángel que
le habló en sueños. -¡José, hijo de David! Lo llamó y las palabras del ángel,
como rayos de luz, fueron penetrando en la oscuridad de su alma hasta liberarla
de tal turbación: -No temas en recibir a María, le dijo. El niño es engendrado
por el Espíritu Santo. Se llamará Jesús. Salvará al pueblo de sus pecados, nos
cuenta Mateo 1:21.
La
noticia del ángel del Señor fue tan contundente, tan poderosa que transformó
para siempre su vida. Sería protagonista de un hecho profetizado y esperado por
todo Israel. Lejos de asustarse, la visión desató en aquél joven fe y
determinación a dejarse usar como un instrumento en las manos del Señor. Había
dejado de ser un simple carpintero anónimo para ser el padre adoptivo del
Salvador.
Pero
amigo, entra por un momento en los zapatos de José. ¿Qué hubiera pasado si se
habría dejado llevar por el legalismo religioso?, ¿O si se hubiera dejado
tentar por el diablo para proponerle a María que abortara?, ¿O simplemente
desechara la voz el ángel y abandonara a su prometida?
Pero
José tomó las decisiones correctas, y su ejemplo nos enseña tanto. Fue prudente
al recibir la noticia del embarazo. No se dejó llevar por las emociones ni la
desesperación. Esperó como quien espera que Dios dé una señal. Y cuando escuchó
al ángel, creyó y respondió rápidamente, sin demora ni discusiones inútiles.
María necesitaba todo su apoyo, y el Espíritu Santo contaba con su cuidado y
sensibilidad para mantener a salvo al niño.
Todos
los sucesos que se desencadenarían luego, demandaban que aquel hombre tuviera
fuertes convicciones, fuera valiente, humilde y muy obediente a las señales que
recibiera de parte de Dios. José estaría en el centro de una guerra espiritual
desatada por el diablo para destruir a Jesús.
Él debió
viajar a Nazareth para ser empadronado cuando el estado de gravidez de María ya
era avanzado, con el peligro que esto significaba para su salud. Tuvo que tomar
decisiones difíciles cuando el alumbramiento se avecinaba y no encontraba lugar
donde hospedarse. Fue el improvisado partero de su mujer, cuando María dio a
luz, en un instante donde todo el cielo contemplaba expectante esa escena
iluminada por una estrella creada para esa ocasión.
José
cumplió con lo que le mandaba Dios y a los ocho días, subió a Jerusalén para
presentarlo ante el Señor. De regreso fue otra vez visitado por un ángel del
Señor quien le mandó levantarse y huir porque el rey Herodes buscaría destruir
al niño. “Y esa misma noche, José salió para
Egipto con el niño y con María, su madre” - ¿Qué ocurre José? ¿Por qué la prisa? Habrá preguntado
María. Pero su esposo conocía la voz del ángel y sabía que debía obedecerla.
Otra vez a levantar campamento, otra vez a caminar por varios días a través del
desierto hacia aquella nación extraña.
La
Biblia no nos dice cuánto tiempo vivieron en Egipto, sólo que duró hasta que
murió Herodes. Pero la noticia no la leyó en un diario ni la vio por
televisión. Otra vez el ángel mensajero apareció en sueños diciéndole: “Levántate, toma al niño y a su
madre, y vuelve a la tierra de Israel porque han muerto los que
procuraban la muerte del niño”,
continúa diciendo Mateo 2:20 ¡Otra vez a viajar! Cuidar a aquella
esperanza llamada Jesús significaba velar en todo tiempo ¿te suena conocido?
José
regresó a su tierra, pero otra vez fue avisado por revelación en sueños y en
lugar de ir Judea, se estableció en Nazareth. Lucas nos cuenta que todos los
años José y María llevaban a Jesús a Jerusalén para la fiesta de la pascua,
mientras el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia
de Dios era sobre él.
Si hoy
me encontrara con José le diría: -¡Gracias José! Fuiste un gran padre, y
también un gran hombre de Dios.
Así
debemos ser los siervos del Señor: Estar dispuestos en el momento que Dios nos
necesita, permitirle que cambie nuestros planes, ser instrumentos rendidos en
las manos del Señor aunque nos signifique pasar por días de zozobra y de
angustia. Tenemos que ser fieles en lo poco, y cuando hayamos cumplido con lo
que Dios nos encomendó tener la humildad de menguar, sabiendo que nuestro tiempo
ha concluido.
¡Dios,
levanta muchos José, hijos de David, en esta generación!
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