jueves, 4 de julio de 2013

Sube

Los israelitas fueron instruidos por el Señor para que construyeran altares de pacto en los lugares altos, donde ofrecieran sus sacrificios y glorificaran el nombre de Dios. Pero en esta oportunidad, el mandato era excepcional: Dios ordena a Abraham a subir al monte Moriah con su hijo Isaac y sacrificarlo. Y obedece sin dudar. Sube con su hijo, edifica un altar y cuando está a punto de sacrificar a su hijo, la mano del Señor lo detiene y le provee un carnero en su reemplazo, además de profetizarle bendición para todas las familias de la tierra. Nos dice Génesis 22:14 que “Llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto” (Gé. 22:14) En otras palabras: En Su montaña, ¡Dios da lo necesario!
Es significativo que los eventos más trascendentes en la relación de Dios con los hombres se produjeron sobre un monte: En el Ararat reposó el arca de Noé y Dios hizo un nuevo pacto con el hombre. En el monte Horeb, Dios llamó a Moisés a través de una zarza ardiendo. Luego Dios habló cara a cara con Moisés en el Sinaí. Allí le entregó las tablas de la ley y le instruyó como construir el tabernáculo. Sobre un monte Carmelo Elías se enfrentó con los sacerdotes de Baal y Dios se manifestó con lenguas de fuego. Luego, Dios se le reveló en Horeb, le reconfortó y le dio instrucciones sobre su futuro. Sobre un monte Eliseo vio ángeles guerreros y carros de fuego a su alrededor que lo libraron del ejército enemigo.
Y en el ministerio de Jesús, los montes también tuvieron gran trascendencia. El Señor subía al monte a orar, llamó a sus discípulos, se transfiguró y los cielos se abrieron, y declaró las bienaventuranzas del Reino. Sobre un monte fue crucificado y desde un monte, luego de reunirlos y darles la gran comisión, ascendió a los cielos. Aunque los discípulos no estaban sobre un monte, es notable que el Espíritu Santo descendiera en Pentecostés mientras estaban reunidos en el Aposento Alto.
¡Es evidente que las experiencias más poderosas con el Señor, sus riquezas más valiosas, y la garantía de palpar su gloria sólo se viven en las alturas! De alguna manera Dios le dice a los hombres: Yo descendí de los cielos para mostrarles mi misericordia, pero ustedes debe subir para conocerme y recibir de mi abundancia. La gracia de Dios no nos ha costado nada, pero todo lo demás implica esforzarnos por subir a su presencia.
Estamos llamados a buscarle, a subir ¿Qué significa? Dios nos responde a través del profeta Isaías: “Yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos”.
¡Sí! Cuando oramos subimos a Su monte, a su presencia y nos encontramos con un Dios que siempre provee para aquellos que le buscan de todo corazón. La oración siempre nos llevará a un nivel más alto en nuestra relación con Dios. Nos levanta de nuestras situaciones terrenales para darnos la perspectiva de Dios. En sus alturas se nos revela tal cual es. Le vemos cara a cara como Moisés, somos purificados en su fuego, y nos enseña su voluntad. Su palabra se vuelve viva, rhema, eficaz para guiarnos por la vida. Dios dice a través de Zacarías que “de las familias de la tierra que no subieren para adorar al Rey, Jehová de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia” de bendición. Pero si nos atrevemos a subir el Señor dará en su monte “banquete de manjares suculentos, banquete de vinos refinados, de gruesos tuétanos y de vinos purificados” (Is. 25:6) ¡Aleluya!
Dios nos invita a subir a su presencia cada amanecer, como lo hizo con Moisés: Prepárate, pues, para mañana, y sube de mañana al monte de Sinaí, y preséntate ante mí sobre la cumbre del monte” (Ex. 34:2).
Prepárate y sube, hermano, porque en las alturas serás revestido de nuevas fuerzas. Sube, porque desde la cima tendrás una nueva visión. Sube, porque en las alturas los dardos de fuego del enemigo no podrán hacerte daño.
¡Sube!, y como ocurrió con Juan, los cielos serán abiertos sobre tu vida, tendrás una visión poderosa del Cristo glorificado y Él te mostrará las cosas que sucederán.
En Éxodo 24:11 dice que los príncipes de los hijos de Israel subieron, y vieron a Dios, y comieron y bebieron. Dios nos invita a subir a sus alturas para revelar su persona, para comer de su Palabra y para beber de su Espíritu.
En estos cuarenta días, subiremos a buscar a Dios, lo haremos en ayuno, pero su Palabra nos alimentará, su Espíritu saciará nuestra sed, y su gloria manifestada transformará nuestras vidas y ministerios.
¡Subamos Iglesia, porque Dios quiere manifestar su gloria sobre nosotros y sobre Argentina!


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