Los
israelitas fueron instruidos por el Señor para que construyeran altares de
pacto en los lugares altos, donde ofrecieran sus sacrificios y glorificaran el
nombre de Dios. Pero en esta oportunidad, el mandato era excepcional: Dios
ordena a Abraham a subir al monte Moriah con su hijo Isaac
y sacrificarlo. Y obedece sin dudar. Sube con su hijo, edifica un altar y
cuando está a punto de sacrificar a su hijo, la mano del Señor lo detiene y le
provee un carnero en su reemplazo, además de profetizarle bendición para todas
las familias de la tierra. Nos dice Génesis 22:14 que “Llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová
será provisto” (Gé. 22:14) En otras palabras: En Su montaña, ¡Dios da lo
necesario!
Es
significativo que los eventos más trascendentes en la relación de Dios con los
hombres se produjeron sobre un monte: En el Ararat reposó el arca de Noé y Dios
hizo un nuevo pacto con el hombre. En el monte Horeb, Dios llamó a Moisés a
través de una zarza ardiendo. Luego Dios habló cara a cara con Moisés en el
Sinaí. Allí le entregó las tablas de la ley y le instruyó como construir el
tabernáculo. Sobre un monte Carmelo Elías se enfrentó con los sacerdotes de
Baal y Dios se manifestó con lenguas de fuego. Luego, Dios se le reveló en
Horeb, le reconfortó y le dio instrucciones sobre su futuro. Sobre un monte
Eliseo vio ángeles guerreros y carros de fuego a su alrededor que lo libraron
del ejército enemigo.
Y
en el ministerio de Jesús, los montes también tuvieron gran trascendencia. El
Señor subía al monte a orar, llamó a sus discípulos, se transfiguró y los
cielos se abrieron, y declaró las bienaventuranzas del Reino. Sobre un monte
fue crucificado y desde un monte, luego de reunirlos y darles la gran comisión,
ascendió a los cielos. Aunque los discípulos no estaban sobre un monte, es
notable que el Espíritu Santo descendiera en Pentecostés mientras estaban
reunidos en el Aposento Alto.
¡Es
evidente que las experiencias más poderosas con el Señor, sus riquezas más
valiosas, y la garantía de palpar su gloria sólo se viven en las alturas! De
alguna manera Dios le dice a los hombres: Yo descendí de los cielos para
mostrarles mi misericordia, pero ustedes debe subir para conocerme y recibir de
mi abundancia. La gracia de Dios no nos ha costado nada, pero todo lo demás
implica esforzarnos por subir a su presencia.
Estamos
llamados a buscarle, a subir ¿Qué significa? Dios nos responde a través del
profeta Isaías: “Yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé
en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi
altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos”.
¡Sí!
Cuando oramos subimos a Su monte, a su presencia y nos encontramos con un Dios
que siempre provee para aquellos que le buscan de todo corazón. La oración
siempre nos llevará a un nivel más alto en nuestra relación con Dios. Nos
levanta de nuestras situaciones terrenales para darnos la perspectiva de Dios.
En sus alturas se nos revela tal cual es. Le vemos cara a cara como Moisés,
somos purificados en su fuego, y nos enseña su voluntad. Su palabra se vuelve
viva, rhema, eficaz para guiarnos por la vida. Dios dice a través de Zacarías
que “de las familias de la tierra que no
subieren para adorar al Rey, Jehová de los ejércitos, no vendrá sobre ellos
lluvia” de bendición. Pero si nos atrevemos a subir el Señor dará en su
monte “banquete de manjares suculentos,
banquete de vinos refinados, de gruesos tuétanos y de vinos purificados” (Is.
25:6) ¡Aleluya!
Dios
nos invita a subir a su presencia cada amanecer, como lo hizo con Moisés: “Prepárate, pues, para mañana, y sube de mañana al monte de Sinaí, y
preséntate ante mí sobre la cumbre del monte” (Ex. 34:2).
Prepárate
y sube, hermano, porque en las alturas serás revestido de nuevas fuerzas. Sube,
porque desde la cima tendrás una nueva visión. Sube, porque en las alturas los
dardos de fuego del enemigo no podrán hacerte daño.
¡Sube!,
y como ocurrió con Juan, los cielos serán abiertos sobre tu vida, tendrás una
visión poderosa del Cristo glorificado y Él te mostrará las cosas que
sucederán.
En
Éxodo 24:11 dice que los príncipes de los hijos de Israel subieron, y vieron a
Dios, y comieron y bebieron. Dios nos invita a subir a sus alturas para revelar
su persona, para comer de su Palabra y para beber de su Espíritu.
En
estos cuarenta días, subiremos a buscar a Dios, lo haremos en ayuno, pero su
Palabra nos alimentará, su Espíritu saciará nuestra sed, y su gloria
manifestada transformará nuestras vidas y ministerios.
¡Subamos
Iglesia, porque Dios quiere manifestar su gloria sobre nosotros y sobre
Argentina!
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