jueves, 4 de julio de 2013

Mi amigo

Si deseas que la unción del Espíritu que estaba en Jesucristo aquí en la tierra llegue a ser evidente en tu vida, comienza con un entendimiento de quien es, como opera, y como puedes entrar en su comunión. Vamos a pedirle que queremos conocerlo, ser su amigo, y él se revelará personalmente.
¿Cómo es el Espíritu Santo? Tiene la capacidad de sentir las emociones humanas: dolor, aflicción, angustia. Él puede sentir, percibir y responder. Tiene la habilidad de amar y de odiar. Él habla y tiene su propia voluntad. El Espíritu Santo es tan sensible que aún la más ligera herida le causa dolor.  
Es santo. Odia el pecado, nos redarguye por él, nos hace sentir mal, y nos ayuda limpiar el corazón. Por eso nos da la voluntad, la fortaleza y el deseo de obedecer a Dios. Sin él es imposible alcanzar victoria sobre nuestra humanidad.
“El Espíritu Santo os guiará. Él os consolará, os aconsejará y os recordará las cosas que yo os he dicho. Él hablará de mí”, dijo Jesús. Es el maestro de la Biblia, pero también el Espíritu nunca se ensalza a sí mismo. El enaltece a Jesús. El dará honor al Señor y no respaldará a los que están ensalzándose a sí mismos.
Él es tu ayudador. Tu asistente para ayudarte a recibir la vida, las fuerzas, la sanidad o la liberación que necesitas, pero tienes que saber que él no es un siervo, él está al control.
El Espíritu está profundamente interesado en la gente. Ama y tiene compasión por los que sufren, de la misma manera como Cristo veía a las personas, como ovejas que no tenían pastor, él les muestra que son pecadores y que deben arrepentirse de sus pecados. Si estás lleno del Espíritu, también estarás lleno de compasión por los perdidos.
De las tres personas de la Trinidad el Espíritu santo es quien se comunica con nosotros. Él es quien comunica el cielo en tu corazón. Él es la voz de Dios para ti. Él toma la voz del Padre y la del Hijo y las hace suaves, amables y perfectamente claras.
La tarea del Espíritu Santo es traer el mandamiento del Padre y la ejecución del Hijo. Dios el Padre es el que da el mandamiento, el Hijo ejecuta el mandamiento del Padre, y el Espíritu Santo tiene el poder de cumplirlo. El Espíritu es el canal, el contacto entre el Padre y el Hijo. El Padre es como el sol completo, Jesús es la luz, y el Espíritu Santo es el calor que tú sientes.
¿Cómo eres guiado por el Espíritu? En primer lugar buscando afinar tú oído para oírle Tienes que familiarizarte con su voz en medio de todas las voces. Tienes que reconocerla y obedecerla. Para reconocer la voz de alguien en una multitud debes invertir tiempo en estar con él. El Espíritu no es sólo la voz que oyes, es el poder fuerte que sientes. Cuando el Espíritu respalda tu decisión, sientes el impulso interior de sobreponerte a cualquier adversidad. Es como una energía sobrenatural, es el poder del Espíritu para respaldar nuestras iniciativas.
Sólo puedes ser guiado si eres lleno de él, así como lo era Jesucristo. Pero para que seas lleno del Espíritu, es esencial que estés rendido a él completamente, y te vacíes  de ti mismo.
¿Qué es vaciarse? Es negarnos a nosotros mismos y tomar la cruz. Es reconocernos incapaces fuera de él, es negarse a nuestros propios deseos y reconocernos sin ningún tipo de recurso fuera de él.
Cada día cuando te presentas a él, y le pides que te llene, él te vuelve a llenar, y de esta manera te sentirás fresco como una flor en el sol de la mañana.
Vivir en el Espíritu es negarse a uno mismo, morir a nuestra carne, dejar de ser esclavo de nuestras pasiones, y obedecer a la Palabra. Romanos 8 describe este proceso por el que somos libres para vivir en el Espíritu. Y Gálatas 5:22 nos dice que “el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza”.
En cada acto de nuestra vida, elegir perdonar, es tomar la iniciativa para amar, es creerle a Dios y no a las circunstancias, es decir siempre la verdad aunque duela.
Andar en el Espíritu es tener tal comunión e intimidad con su persona que, cuando el Espíritu te dice: “Ora”, eso haces. Cuando te dice: “Predica”, eso haces. Es sentirlo dentro tuyo estando al mando de tu voluntad, indicándote que, cuándo y cómo debes hacer cada cosa. El Espíritu te respaldará con palabra de ciencia y de conocimiento, con el don de fe y de milagros para conducirte a testificar, a servir al Señor con tu vida.
Gálatas 5:26 agrega: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”
Orar en el Espíritu es rendirnos como vasijas para que el Espíritu nos lleve a interceder lo que él quiere que oremos, y no lo que nos parezca a nosotros.
Romanos 8:26 nos dice que “El Espíritu  nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”.


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