jueves, 4 de julio de 2013

Despierta

La trompeta de Dios está sonando, el rugir del León de Judá se escucha en toda la tierra reclamando: ¡Despierta! ¡Despierta iglesia porque ésta es tu hora!
Los ojos de los discípulos que acompañaron a Jesús a orar al monte de los olivos aquella tremenda noche estaban cargados de sueño. Era la hora más grave, el tiempo más oscuro, pero aquellos hombres no pudieron acompañar su maestro en la vigilia. No discernieron lo que vendría y dejaron solo al Señor, primero en su clamor y después en la dolor.
Nunca las palabras del profeta Isaías en el capítulo 52 fueron más actuales y vigentes. Hay un llamado del Espíritu  para que comprendamos el tiempo kairos que nos toca vivir y el protagonismo que la iglesia debe alcanzar. En estos días de crisis de postulados, de utopías y de liderazgo, es la mejor oportunidad para que la iglesia se levante y se posicione como la luz que las naciones deben mirar. La iglesia está siendo llamada a dejar atrás temores, complejos, distracciones y disensiones para despertar a su origen, a su misión redentora y a su destino de gloria. Estamos siendo llamados a volver a la fuente de poder, a la intimidad con el amado, al aposento alto para ser nuevamente investidos de la unción fresca y poderosa de su Espíritu.
vístete de poder, oh Sion; vístete tu ropa hermosa, oh Jerusalén, ciudad santa…”, dice el Señor. Dios nos está llevando a cambiar nuestro ropaje contaminado con idolatría, superficialidad y mundanalidad para vestirnos con vestidos de santidad y de justicia. La Novia debe guardar sus ropas porque el Amado se aproxima y porque todo los hombres deben contemplar la hermosura de su aspecto: Una iglesia ¡Una! ¡Santa, poderosa, llena de amor, de sabiduría y de autoridad!
No pongas tu mirada en la dimensión de tu templo, o en las limitaciones de tu ministerio, o en la pequeñez de tu congregación. Levanta la mirada porque Dios tiene mucho pueblo. Hay santos que no han doblan sus rodillas en los altares de este mundo aún fuera de las iglesias, y hay otros como tu que tienen celo de Dios y aman su Palabra. Es el tiempo de la unidad, de superar viejas diferentes, dejar atrás nuestras miserias y mirar los desafíos que tenemos por delante con visión de reino.
Sacúdete del polvo; levántate y siéntate. Jerusalén; suelta las ataduras de tu cuello, cautiva hija de Sion”
Nos toca sacudirnos el polvo de la pasividad y de una mirada periférica, resignada e impotente de lo que acontece ¿No hemos recibido acaso autoridad para cambiar las cosas? ¿No hemos aprendido de nuestros padres apostólicos a levantarnos contra toda adversidad? Levantémonos a tomar el protagonismo que Dios nos demanda de ser luz y sal, levantémonos con las armas espirituales que se nos ha concedido para tomar dominio de las potestades que asolan nuestra tierra.
Pero además de levantarnos debemos sentarnos en los lugares celestiales con Cristo. Con una conciencia renovada de la autoridad que se nos ha delegado, y el poder que opera en la Palabra, recuperemos la unción profética para proclamar las verdades del Reino.
¿Cuáles son las ataduras que nos hemos permitido? ¿Celos, contiendas, vanidades denominacionales, rencores de heridas no perdonadas? ¿Una vida religiosa legalista que nos ha robado la libertad de disfrutar la vida cristiana en comunión con nuestros hermanos? Dios nos reclama madurez, honor, visión espiritual, amor y humildad, misericordia y generosidad para poder reconocernos y valorarnos como iglesia de Cristo.
Y si no hablamos en esta hora, las piedras lo harán. Isaías proclama “Cuan hermosos son los pies” del que anuncia la paz, del que lleva buenas nuevas, publica salvación y declara que Jesucristo es el Señor.
¡Iglesia, sal a la calle y anuncia las buenas nuevas del evangelio, sal a llevar redención y libertad a los cautivos y a establecer el gobierno del reino! Es hora de que Satanás y sus demonios se sientan sitiados, limitados, atados y el evangelio se predique con libertar sobre toda carne.
“Por tanto, mi pueblo sabrá mi nombre por esta causa en aquél día; porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente”, declara Dios por Isaías. Jesucristo prometió lo mismo con otras palabras: “Yo pondré palabras en su boca, las señales les seguirán, yo estaré con ustedes…” ¡Tenemos garantizado el respaldo de Dios!


Como resultado de nuestra obediencia al llamado del Señor “Jehová desnudará su santo brazo ante los ojos de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro” (Is. 52:10)

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