jueves, 4 de julio de 2013

Cielos abiertos

 Los hombres de todas las épocas han levantado sus ojos al cielo esperando que de allí descendiera la lluvia que traía vida a la tierra, les garantizaba buena tierra para sembrar y cosechar sus granos, agua para sus animales y praderas abundantes. El cielo siempre representó lo divino, un salmo dice: “Jehová tiene en el cielo su trono”. Él habita en el cielo, y desde allí gobierna soberanamente, haciendo justicia sobre los hombres y resolviendo abrirlos o cerrarlos de acuerdo a la dureza del corazón de ellos. En el libro de Deuteronomio Dios establece que, como consecuencia de la desobediencia de su pueblo: “Los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce”, pero también declaró que, si su pueblo le obedecía, él abriría “su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo”. Y desafió a Israel para que lo probara respecto a serle fiel en sus obligaciones. A través del profeta Malaquías prometió: “Probadme ahora en esto, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”.
En el tiempo del cumplimiento de todas las cosas, descendió del cielo la luz y la esperanza para todos los hombres: Jesucristo. Cuando este comenzó su ministerio declaró algo poderoso: “De cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto” (Juan 1:51) ¡De aquí en adelante verán el cielo abierto! Espiritualmente hablando, antes de Jesús el cielo se abría solo en ocasiones especiales, y estaba limitado para hombres escogidos, como ocurrió con Jacob cuando vio los cielos abiertos y ángeles que subían y descendían en una escalera. O Ezequiel que vio la gloria de Dios y su vida fue transformada.
Pero gracias a Jesús, los cielos se han abierto para siempre, y se abrió un camino nuevo que nos lleva al mismo trono de Dios, gracias a su sangre derramada en la cruz. Él bajo del cielo para mostrarnos el camino de como subir.
¡Hoy hay cielos abiertos para su iglesia y para cada uno de sus hijos!
Esta hermosa realidad significa que puedes contar con todos los recursos que están disponibles para tu vida. Todo lo que emprendas, todo lo que hagas, vayas donde vayas puedes contar con ángeles que descienden del cielo para rodearte, para abrirte camino.
Cielos abiertos significa que cuentas con un cheque en blanco, un crédito abierto en el cielo para que acudas a comprar lo que necesites. Si los cielos están abiertos, si cuentas con el favor de Dios para todo lo que emprendas en tu vida ¿Qué tienes que hacer?  ¡Aprovechar esta oportunidad sin dejar perder un solo día!
Todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora dice Eclesiastés, y este es un tiempo para buscar a Dios. Si Jesús vino a la tierra para abrir los cielos para nosotros significa que tenemos el gran privilegio de poder comunicarnos con Dios, de subir a buscarle, de tomar de los tesoros del cielo para todo lo que necesitemos. “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”, nos invitó Jesús ¿Cómo pedimos, buscamos y llamamos? En oración, acercándonos al trono de Dios y diciéndole. Señor, vengo hasta aquí para pedirte, en el nombre de Jesús, que me fortalezcas, que me enseñes, que me bendigas.
Este es un tiempo para escuchar a Dios porque tiene cosas importantes que decirnos. Cuando Jesús se bautizó los cielos se abrieron y el Pablo habló. Siempre que los cielos están abiertos Dios tiene cosas que hablar. Él quiere contarte acerca de su persona, de lo que quiere para tu vida, de sus planes. “Escuchen y oigan mi voz, presten atención y oigan mis palabras”, pidió a través del profeta Isaías.
Este también es el mejor momento para cambiar. No puede desperdiciar las oportunidades de Dios. Otros se esfuerzan por cambiar en sus propias fuerzas, ponen dedicación y empeño, y logran grandes cambios ¡Cuánto más nosotros que contamos con todo el poder del cielo! ¿Cuántas veces Dios tiene que decirte las mismas cosas? Es tiempo de dejar atrás el pecado, de abandonar lo que nos ha atado a una vida mediocre y abrazar todo lo nuevo y bueno que Dios tiene para mi vida.
Además, es tiempo de entrar en los propósitos de Dios. Él tiene planes para cada uno de nosotros, y espera que nos esforcemos por cumplirlos. Fuimos llamados a dar fruto, a ser luz y sal en este mundo, a anunciar las virtudes de quien nos salvó. Fuimos llamados a ser siervos, ministros del Dios altísimo. Hay una responsabilidad que no podemos eludir ni retardar porque Dios nos necesita.
Para entrar a sus propósitos debes reconocer las puertas que Él te abre y atreverte a entrar por ellas. Si Dios te da una oportunidad, no dudes, entra con fe y con seguridad.
¡No seas escaso! ¡No te limites! Ensancha tu territorio, tu influencia y prepárate para ser usado por el Señor.



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