Los
hombres de todas las épocas han levantado sus ojos al cielo esperando que de
allí descendiera la lluvia que traía vida a la tierra, les garantizaba buena
tierra para sembrar y cosechar sus granos, agua para sus animales y praderas
abundantes. El cielo siempre representó lo divino, un salmo dice: “Jehová tiene en el cielo su trono”. Él
habita en el cielo, y desde allí gobierna soberanamente, haciendo justicia
sobre los hombres y resolviendo abrirlos o cerrarlos de acuerdo a la dureza del
corazón de ellos. En el libro de Deuteronomio Dios establece que, como
consecuencia de la desobediencia de su pueblo: “Los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce”, pero también
declaró que, si su pueblo le obedecía, él abriría “su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su
tiempo”. Y desafió a Israel para que lo probara respecto a serle fiel en
sus obligaciones. A través del profeta Malaquías prometió: “Probadme ahora en esto, si no os abriré las ventanas de los cielos, y
derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”.
En el tiempo del cumplimiento de todas las cosas,
descendió del cielo la luz y la esperanza para todos los hombres: Jesucristo.
Cuando este comenzó su ministerio declaró algo poderoso: “De
cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto” (Juan
1:51) ¡De aquí en adelante verán el cielo abierto! Espiritualmente hablando,
antes de Jesús el cielo se abría solo en ocasiones especiales, y estaba
limitado para hombres escogidos, como ocurrió con Jacob cuando vio los cielos
abiertos y ángeles que subían y descendían en una escalera. O Ezequiel que vio
la gloria de Dios y su vida fue transformada.
Pero gracias a Jesús, los cielos se han abierto
para siempre, y se abrió un camino nuevo que nos lleva al mismo trono de Dios,
gracias a su sangre derramada en la cruz. Él bajo del cielo para mostrarnos el
camino de como subir.
¡Hoy hay cielos abiertos para su iglesia y para
cada uno de sus hijos!
Esta hermosa realidad significa que puedes contar
con todos los recursos que están disponibles para tu vida. Todo lo que
emprendas, todo lo que hagas, vayas donde vayas puedes contar con ángeles que
descienden del cielo para rodearte, para abrirte camino.
Cielos abiertos significa que cuentas con un
cheque en blanco, un crédito abierto en el cielo para que acudas a comprar lo
que necesites. Si los
cielos están abiertos, si cuentas con el favor de Dios para todo lo que
emprendas en tu vida ¿Qué tienes que hacer?
¡Aprovechar esta oportunidad sin dejar perder un solo día!
Todo lo
que se quiere debajo del cielo tiene su hora dice Eclesiastés, y este es un
tiempo para buscar a Dios. Si Jesús vino a la tierra para abrir los cielos para
nosotros significa que tenemos el gran privilegio de poder comunicarnos con
Dios, de subir a buscarle, de tomar de los tesoros del cielo para todo lo que
necesitemos. “Pedid y se os dará, buscad
y hallaréis, llamad y se os abrirá”, nos invitó Jesús ¿Cómo pedimos,
buscamos y llamamos? En oración, acercándonos al trono de Dios y diciéndole.
Señor, vengo hasta aquí para pedirte, en el nombre de Jesús, que me
fortalezcas, que me enseñes, que me bendigas.
Este es un tiempo para escuchar a
Dios porque tiene
cosas importantes que decirnos. Cuando Jesús se bautizó los cielos se abrieron
y el Pablo habló. Siempre que los
cielos están abiertos Dios tiene cosas que hablar. Él quiere contarte acerca de
su persona, de lo que quiere para tu vida, de sus planes. “Escuchen y oigan mi voz, presten atención y
oigan mis palabras”, pidió a través del profeta Isaías.
Este también es el mejor momento para cambiar. No puede desperdiciar las
oportunidades de Dios. Otros se esfuerzan por cambiar en sus propias fuerzas,
ponen dedicación y empeño, y logran grandes cambios ¡Cuánto más nosotros que
contamos con todo el poder del cielo! ¿Cuántas veces Dios tiene que decirte las
mismas cosas? Es tiempo de dejar atrás el pecado, de abandonar lo que nos ha
atado a una vida mediocre y abrazar todo lo nuevo y bueno que Dios tiene para
mi vida.
Además,
es tiempo de entrar en los propósitos de Dios. Él tiene planes para cada uno de
nosotros, y espera que nos esforcemos por cumplirlos. Fuimos llamados a dar
fruto, a ser luz y sal en este mundo, a anunciar las virtudes de quien nos
salvó. Fuimos llamados a ser siervos, ministros del Dios altísimo. Hay una
responsabilidad que no podemos eludir ni retardar porque Dios nos necesita.
Para
entrar a sus propósitos debes reconocer las puertas que Él te abre y atreverte
a entrar por ellas. Si Dios te da una oportunidad, no dudes, entra con fe y con
seguridad.
¡No seas
escaso! ¡No te limites! Ensancha tu territorio, tu influencia y prepárate para
ser usado por el Señor.
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