Estamos a las puertas del derramamiento del
Espíritu Santo más tremendo de la historia, algo que nunca el mundo ha
conocido. Este avivamiento de Dios se encuentra punto de nacer. Como una mujer es
la Iglesia la que debe darlo a luz y la criatura está en el canal de parto y
Dios espera que seamos lo suficientemente persistentes y esforzados en clamar y
prepararnos para ese glorioso tiempo profetizado. No podemos olvidarnos de la
experiencia dolorosa de Israel, cuando
fue reprendido por Dios en tiempos de Ezequías: “Día de angustia, de
reprensión y de blasfemia es este día, porque los hijos han llegado hasta el
punto de nacer, y la que da a luz no tiene fuerzas”. (Isaías 37:2)
Así ha estado la Iglesia por mucho tiempo: Pecado,
falta de testimonio, desánimo, impotencia, obras muertas, religiosidad. El pueblo de Dios ha sufrido de falta de
fuerzas como para dar a luz el avivamiento. Pero esta nueva generación
tiene que ser distinta. Es el tiempo y Dios está a punto de soltarlo sobre
nosotros ¿Tendremos la fuerza de una mujer dando a luz? No tengo dudas que sí. Estamos buscando el rostro del Señor con
hambre y desesperación. Estamos clamando, ayunando, creyendo, santificándonos y
buscando su presencia como nunca antes. Estamos buscando recuperar la
sensibilidad y humillándonos ante la autoridad de su Palabra. Creemos que el
Espíritu Santo está siendo derramado sobre toda carne.
Es poderosa esta imagen de algo que está a punto de
nacer, porque una madre que está a punto de dar a luz, primero hace fuerzas
para que el bebé nazca, pero en los últimos instantes la madre no puede elegir
hacerlo o no, otra fuerza la toma, es un impulso más fuerte que ella y todo lo
que puede hacer es cooperar. Lo mismo ocurre con un avivamiento: Respiramos,
pujamos y trabajamos hasta que otro poder nos toma.
Pablo le habla a los romanos del poder vivificados
diciendo: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora
en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también
vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” ¡Tenemos
que trabajar para que el poder de la resurrección de Cristo sea liberado y de a
luz el avivamiento! La palabra vivificará en griego significa “hacer vivir”, o traer
vida, o dar nacimiento. Este mismo poder que dio nacimiento a un milagro de
resurrección está disponible en nosotros para dar nacimiento al avivamiento
¿Cómo? A través del gozo. ¡Sí! ¡La llave del poder de
resurrección para sobreponernos a la angustia, a la adversidad es el gozo!
Nos dice Hebreos 12:2 que debemos correr con los
ojos puestos en Jesús “el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo
puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios”. Jesús tuvo las fuerzas para subir a la cruz en
el gozo de vernos redimidos y rescatados de la perdición. Es una de las fuerzas espirituales más poderosas del Reino.
Es una cualidad que sostiene a una persona a través de los tiempos difíciles
hasta el nacimiento del poder de Dios. El gozo es una fuerza que invadió los
avivamientos a través de los siglos porque donde está la presencia de Dios hay
plenitud de gozo.
¿Por qué debemos gozarnos?
Porque es el tiempo de la restauración y los que
sembraron con lágrimas están cosechando con alegría ¡Este es un tiempo de
cosecha! Y porque así como Isaac, el hijo de la promesa nació, y se llamaba
risa, el Espíritu Santo está derramando un gozo nuevo sobre su Iglesia.
En Lucas 15 encontramos tres parábolas, y en cada
una, hay un elemento común. En la parábola de la oveja perdida dice el Señor: “Gozaos
conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido…”. En la
segunda, de la moneda perdida, vuelve a decir: “Gozaos conmigo, porque he
encontrado la moneda que había perdido…” Y la tercera parábola, la del Hijo
Pródigo, el Padre dice: “¡Vamos a celebrar!” Sí, la idea de la fiesta
fue del Padre porque su hijo que había muerto, volvió a la vida.
La Iglesia debe vestirse de gozo porque el Señor
viene pronto y la promesa de Isaías 25:9 es una realidad: “Y se dirá en
aquél día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará;
éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su
salvación”.
El Señor nos está preparando una gran fiesta, un
gran banquete. Muchos de nosotros hemos sentido el desprecio que el mundo tiene
hacia los cristianos. Pero Dios está cambiando esto. La iglesia está siendo
animada. Un banquete se ha preparado, y la celebración ha comenzado.
Este es el Dios que nos ha salvado, éste es el Dios
en quien hemos esperado ¡Nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación!
“Porque el reino de Dios no es comida ni bebida,
sino justicia, paz y GOZO en el Espíritu Santo” (Ro. 14:17)
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