jueves, 4 de julio de 2013

Fortaleza

¡Necesitamos la fortaleza del Señor! Porque es natural que todos los que se esfuerzan se cansen. El guerrero se cansa en la batalla, el atleta se cansa en la carrera, el agricultor se cansa durante la siembra y la cosecha. Todo trabajador que lleva adelante una tarea pesada se cansa. Sólo los que están siempre sentados, y no asumen trabajan nunca se cansan, pero los trabajadores que se esfuerzan, necesitan renovar sus fuerzas.
Cuando los discípulos que habían sido enviados por Jesús a predicar el reino de Dios regresaron luego de haber predicado, sanado a los enfermos y libertados a los oprimidos, y se lo contaron Jesús les dijo: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco” (Marcos 6:31)
Las responsabilidades, las tensiones, los desafíos, las batallas diarias nos van quitando la frescura y el vigor. Comenzamos las cosas con entusiasmo y mucho empuje, pero a medida que transcurre el tiempo, y vemos que es más difícil hacerlo que decirlo, mientras surgen dificultades inesperadas, vamos perdiendo fuerza.
Alguno puede pensar que sólo le ocurre a él, que otros tienen más fe, otros parecen incansables. Los miran con una cierta envidia, porque parecen que tuvieran más fuerzas. Pero tienes que saber que todos nos cansamos. Porque somos hombres débiles.
 “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Ef. 6:10) Cuando Pablo nos manda a fortalecernos, no dice: Arréglenselas con sus propias fuerzas, sino, busquen fuerzas del Señor. Él tiene recursos y poder inagotable para quienes le buscan. Por algo Jesús dijo: Vengan a mí todos los que estén cansados ¿Por qué? Porque yo les daré descanso.
Dios no abandona a sus hijos cuando más lo necesitan. Al contrario, se manifiesta en los momentos más difíciles para sostenerlos en la fe y en los desafíos que están sosteniendo.
Frente a la empresa que tenía por delante, Josué estaba un poco asustado. Pero Dios le visitó y le animó a esforzarse y ser valiente “porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9)
Ante la persecución a muerte que llevaba contra él el rey Saúl, David también estaba cansado y desanimado, pero nos dice la Biblia que “se levantó Jonatán hijo de Saúl y vino a David a Hores, y fortaleció su mano en Dios (1° Sa. 23:15)
Dios envía provisión para cada uno, conforme a su necesidad ¡Hay una porción de gracia para cada uno de nosotros! Aún nos envía ángeles ministradores que vienen a asistirnos. Daniel estaba agotado de batallar en ayuno y oración por tres semanas. Entonces se le presentó un ángel. Daniel estaba postrado en tierra. Él mismo nos cuenta que: “al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento. Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció, y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido” (Daniel 10:17)
¡Cuando el ángel del Señor nos toca somos fortalecidos para levantarnos de la tierra y volver a ponernos a disposición de Dios!
Cuando llevó el momento de enfrentarse con su muerte, Jesús se dobló, pero no se quebró. Aquella noche en el monte de los Olivos “oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle” (Lucas 22:41)
Otra vez los ángeles de Dios se presentan para darnos fuerza para seguir adelante.
Como iglesia del Señor Dios quiere que nos atrevamos a creer a sus desafíos, que nos pongamos a trabajar con entusiasmo y que completemos lo que comenzamos sin dejar las cosas por la mitad.
Recordemos lo que dijo aquél gigante de la fe llamado Hudson Taylor, llamado a misionar a la China sin ningún tipo de apoyo material: El trabajo de Dios, realizado como Dios lo quiere, nunca carecerá de las provisiones de Dios.
¡Levántate, fortalece tus manos, mantente firme en la batalla, recupera la iniciativa porque Dios está contigo!


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