¡Necesitamos
la fortaleza del Señor! Porque es natural que todos los que se esfuerzan se
cansen. El guerrero se cansa en la batalla, el atleta se cansa en la carrera,
el agricultor se cansa durante la siembra y la cosecha. Todo trabajador que
lleva adelante una tarea pesada se cansa. Sólo los que están siempre sentados,
y no asumen trabajan nunca se cansan, pero los trabajadores que se esfuerzan,
necesitan renovar sus fuerzas.
Cuando los
discípulos que habían sido enviados por Jesús a predicar el reino de Dios
regresaron luego de haber predicado, sanado a los enfermos y libertados a los
oprimidos, y se lo contaron Jesús les dijo: “Venid vosotros aparte a un
lugar desierto, y descansad un poco” (Marcos 6:31)
Las
responsabilidades, las tensiones, los desafíos, las batallas diarias nos van
quitando la frescura y el vigor. Comenzamos las cosas con entusiasmo y mucho
empuje, pero a medida que transcurre el tiempo, y vemos que es más difícil
hacerlo que decirlo, mientras surgen dificultades inesperadas, vamos perdiendo
fuerza.
Alguno puede
pensar que sólo le ocurre a él, que otros tienen más fe, otros parecen
incansables. Los miran con una cierta envidia, porque parecen que tuvieran más
fuerzas. Pero tienes que saber que todos nos cansamos. Porque somos hombres
débiles.
“Por
lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza”
(Ef. 6:10) Cuando Pablo nos manda a fortalecernos, no
dice: Arréglenselas con sus propias fuerzas, sino, busquen fuerzas del Señor.
Él tiene recursos y poder inagotable para quienes le buscan. Por algo Jesús
dijo: Vengan a mí todos los que estén cansados ¿Por qué? Porque yo les daré
descanso.
Dios no
abandona a sus hijos cuando más lo necesitan. Al contrario, se manifiesta en
los momentos más difíciles para sostenerlos en la fe y en los desafíos que
están sosteniendo.
Frente a la
empresa que tenía por delante, Josué estaba un poco asustado. Pero Dios le
visitó y le animó a esforzarse y ser valiente “porque Jehová tu Dios estará
contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9)
Ante la
persecución a muerte que llevaba contra él el rey Saúl, David también estaba
cansado y desanimado, pero nos dice la Biblia que “se levantó Jonatán hijo
de Saúl y vino a David a Hores, y fortaleció su mano en Dios (1° Sa. 23:15)
Dios
envía provisión para cada uno, conforme a su necesidad ¡Hay una porción de
gracia para cada uno de nosotros! Aún nos envía ángeles ministradores que
vienen a asistirnos. Daniel estaba agotado de batallar en ayuno y oración por
tres semanas. Entonces se le presentó un ángel. Daniel estaba postrado en
tierra. Él mismo nos cuenta que: “al instante me faltó la fuerza, y no me
quedó aliento. Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me
fortaleció, y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo;
esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije:
Hable mi señor, porque me has fortalecido” (Daniel 10:17)
¡Cuando el
ángel del Señor nos toca somos fortalecidos para levantarnos de la tierra y
volver a ponernos a disposición de Dios!
Cuando llevó
el momento de enfrentarse con su muerte, Jesús se dobló, pero no se quebró.
Aquella noche en el monte de los Olivos “oró, diciendo: Padre, si
quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y
se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle” (Lucas 22:41)
Otra vez los
ángeles de Dios se presentan para darnos fuerza para seguir adelante.
Como iglesia
del Señor Dios quiere que nos atrevamos a creer a sus desafíos, que nos
pongamos a trabajar con entusiasmo y que completemos lo que comenzamos sin
dejar las cosas por la mitad.
Recordemos
lo que dijo aquél gigante de la fe llamado Hudson Taylor, llamado a misionar a
la China sin ningún tipo de apoyo material: El trabajo de Dios, realizado como
Dios lo quiere, nunca carecerá de las provisiones de Dios.
¡Levántate,
fortalece tus manos, mantente firme en la batalla, recupera la iniciativa
porque Dios está contigo!
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