Pocas cosas han impactado tanto mi vida como observar a las
multitudes correr con las manos levantadas a entregar sus vidas a Cristo en las
campañas del evangelista Carlos Annacondia. Mis lágrimas no dejaban de caer y
mi corazón anhelaba volver a ser uno de ellos corriendo a la gracia de Cristo.
Durante el avivamiento de Pensacola, en Estados Unidos, se popularizó una
preciosa canción que decía:
Ven y corre al trono de misericordia Cristo te llama, su gracia
te cubrirá,
su sangre hoy fluye y proveerá tu sanidad ven corre al trono de
su amor.
Y literalmente así ocurría con cientos de jóvenes, luego del
llamado de Esteban Hill, una vasija usada poderosamente por el Señor. Correr al
trono de misericordia ha sido la respuesta de quienes quedamos cautivados por
su amor, y saciados con su agua de vida. Jesús prometió que si fuera levantado
a todos atraería a él ¡y lo está cumpliendo! Creo que todos los que hemos
conocido a Cristo y le hemos dado el control de nuestra vida hemos descubierto para
nuestra sorpresa que fue Él quien tomó la iniciativa en buscarnos y presentarse
en nuestro camino. Sea como a Pedro y Andrés, cuando remendaban sus redes, o
como lo hizo dramáticamente con Saulo, camino a Damasco.
También creo que en este tiempo el Señor nos está volviendo a
llamar porque quiere acercarnos a su corazón y renovar ese primer amor que
tantas veces perdemos en medio de nuestro activismo. Nos llama a que le sigamos
conociendo en una relación más íntima y profunda con él porque tiene mucho más
para nosotros. Oseas 6:3 lo dice de esta manera:
“Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová… entonces El
vendrá”.
Otras versiones lo aclaran aún más: “¡Oh
si conociéramos al Señor! Esforcémonos por conocerlo”, “Vayamos tras su
conocimiento…”, “Insistamos en conocerlo”. Y la que más me impacta: “¡Corramos al conocimiento de
Dios!”
Es indudable que aquel descubrimiento de la persona de Dios,
donde se nos descubre con tanto amor, y quedamos impactados por su misericordia
y su poder, es Él mismo quien se descubre para que le reconozcamos como nuestro
Dios y Padre. Él anhela darse a conocer y toma la iniciativa. Pero más
adelante, nos toca a nosotros responder a ese llamamiento y comenzar a crecer
en el conocimiento de su voluntad. Dios quiere que le conozcamos más, que
continuemos sumergiéndonos en la profundidad de su amor, y con ese propósito
implanta en nosotros un nuevo corazón, envió a su Espíritu para poner en
nosotros en anhelo de buscarle y despierta hambre de su Palabra. Pero el resto
nos toca a nosotros.
Dios nos llama a esforzarnos por conocerle, a insistir, a
correr. No por un capricho divino, sino porque lo necesitamos. Sin Él estamos
perdidos. Es tiempo de seguir el ejemplo de Pablo quien estimó todas las
cosas como pérdida por “la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he
perdido todo, y lo tengo por basura” (Filipenses
3:8). Volvamos a recuperar la
pasión por su presencia, esa que anhelaba con desesperación Isaías cuando
expresó: “Con toda mi alma te
he deseado en la noche, y en tanto me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré
a buscarte”.
Amigo, correr a conocerlo es mucho más que pedir su protección
al salir de casa, que pedir que bendiga nuestros proyectos, o asistir a la
iglesia. Aún es más que trabajar disponernos a servir en algún ministerio.
Correr a conocerlo es el clamor de un sediento por agua, es el ruego de un
ciego por vista, es el hambriento por ver justicia, es el deseo ardiente de
esposos amantes por reencontrarse después de un largo tiempo.
Es buscar primeramente el reino de Dios, es derribar todo ídolo,
es tomar la cruz, negarnos a nosotros mismos y seguirle. Es despojarnos de todo
lo que nos impide llegar conocerle: Toda altivez, toda contaminación, porque
Dios no rechaza al quebrantado de corazón y habita en medio de la santidad.
Anhelamos que Dios se manifieste como nunca antes, queremos un
avivamiento personal y un cambio radical en nuestras vidas. Soñamos con una
iglesia donde la presencia de Dios sea visible a los ojos de todos los hombres,
y se hagan las señales y prodigios de la iglesia primitiva. Pero hay que pagar
un precio… Hay que esforzarse por crecer en un conocimiento mayor de Su
persona. Y el promete que responderá, vendrá, se manifestará tan cierto como
sale el sol cada amanecer ¿Alguien duda que no saldrá el sol mañana? Entonces
no dudemos que él responderá a nuestro clamor y nos enseñará, y hará maravillas
en medio nuestro.
Tendremos que aprender a usar las armas de nuestra milicia, que
son poderosas para la destrucción de fortalezas y todo lo que se levante contra
el conocimiento de Dios. Llamemos al arrepentimiento, a volver al primer amor y
las primeras obras. Tendremos que clamar por Su conocimiento como si fuera un
tesoro escondido para entender el temor de Dios y entonces “hallarás el conocimiento de Dios”,
como dice el sabio de Proverbios. Vamos a comprometernos en esforzarnos por
conocerle. Vamos a dejar que nos vuelva a seducir, a atraer con cuerdas de amor
a su corazón. Vamos a responder a su llamado, y entonces veremos Su gloria
sobre esta tierra.
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