Estamos
atravesando los cincuenta días después de Semana Santa y es el tiempo de la
fiesta del Pentecostés. Son días para pedirle al Espíritu que se derrame sobre
nosotros como ocurrió aquél Pentecostés en el Aposento Alto con los primeros
seguidores de Jesús. Él les había prometido a sus discípulos que recibirían
poder cuando descendiera sobre ellos el Espíritu Santo, y le serían testigos
¡La promesa de poder en el Espíritu es para servir y para ministrar! La
intención de Cristo fue que cada hijo de Dios proclamara el mensaje y supliera
las necesidades del mundo con el poder del Espíritu
Santo. La iglesia tiene que tomar conciencia de que la llenura del Espíritu
Santo es esencialmente para que el reino de Dios se extienda.
No
podemos brillar, ni ser testigos de un Cristo resucitado, ni vencer al pecado y
a las tinieblas sin el poder del Espíritu. Recordemos que estamos en guerra con
Satanás y tenemos una lucha con potestades a la que tenemos que enfrentar
revestidos de poder.
Recibir
el poder y ser testigos, son dos verdades que van de la mano. No sirve de nada
el poder del Espíritu si no salimos a ser testigos de Cristo. Y tampoco seremos
eficaces, intentando ser testigos sin poder. No podemos ganar ninguna batalla
con armas carnales. Pero si no tenemos la firme convicción de ser testigos y
predicar el evangelio, no pidamos más poder. Porque la unción del Espíritu es
para cumplir la misión que Dios nos ha encargado. Si Dios nos está avivando, la
realidad es que nos está comprometiendo a salir a evangelizar.
¿Cuál es
la diferencia entre avivamiento y evangelismo? Avivamiento es revivir algo que
tuvo vida antes. No podemos revivir algo
que nunca tuvo vida. Pero evangelismo es dar nueva vida a aquellos que están “muertos en delitos y pecados”. El avivamiento es para los cristianos; el
evangelismo es para el mundo.
El lugar
para el avivamiento es adentro del edificio de la iglesia. El lugar para el
evangelismo es afuera del edificio. El mundo perdido ha tratado de decir algo a
los cristianos desde hace mucho tiempo. “Su pastor podrá ser un gran
predicador, puede tener los mejores
músicos y el mejor programa, pero no estoy interesado en entrar a su iglesia”.
Hay
millones de personas necesitadas, desesperadas, solas, temerosas, sin amor,
abandonadas que están maduras para la cosecha ¡Pero están esperando afuera del
templo! Necesitan salvación, quieren perdón, buscan conocer a Cristo, tienen
miedo de morir como están, anhelan tener una relación con Dios, pero muchas de
ellas tal vez nunca lleguen a la iglesia.
Cuando
vamos hacia ellas y les presentamos el evangelio, afuera donde están,
alegremente aceptan a Cristo, y esas personas nos siguen a la iglesia. Saben
que alguien se preocupó por ellas, que llegaron a ellos y les ayudaron a
recibir a Cristo en su propio terreno. Ir a su realidad y hablarle de Cristo es
decirle: “Tu vida me importa”. Todos los hombres quieren ser amados, quieren
que alguien se preocupe por ellos.
El
Espíritu está hablándonos en este tiempo. Él dice: Hacen falta odres nuevos
para el vino nuevo que Dios quiere derramar sobre nosotros, para eso debemos
profundizar en el conocimiento de la persona del Espíritu Santo, su obra, su
poder y su relación con la iglesia.
Dios
quiere hacer una obra nueva, más allá de las ideas preconcebidas y de las barreras
mentales. Dios quiere derramar vino nuevo sobre su Iglesia, pero necesita de
odres nuevos. Nuestra mentalidad, nuestra manera de vivir la fe, nuestro
corazón debe ser renovado. Es necesario que se remuevan estructuras, valores y
prácticas que no sirven para el nuevo tiempo que Dios está trayendo a nuestra
sobre la iglesia.
El mundo
que nos toca redimir es cada día más complejo, y las tinieblas son cada día más
intensas. Pero cuando abundó el pecado sobreabundó la gracia. Y los hijos de
luz tenemos poder sobre las tinieblas. Tenemos que fortalecer nuestra fe,
renovar nuestra visión y levantar un ejército de hombres y mujeres militantes,
capaces de dar sus vidas por la causa del Reino.
Necesitamos
una iglesia que esté sentada en los lugares celestiales con Cristo. Una iglesia
llena de amor y de luz, una iglesia militante, una iglesia radical con el
pecado, una iglesia llena del poder y del fuego del Espíritu que extienda las
fronteras del Reino de Dios y las puertas del infierno no la puedan detener.
Vamos a
pedirle al Espíritu Santo que vuelva a encender nuestras vidas y congregaciones
con el fuego del Pentecostés.
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