jueves, 4 de julio de 2013

Testigos

Estamos atravesando los cincuenta días después de Semana Santa y es el tiempo de la fiesta del Pentecostés. Son días para pedirle al Espíritu que se derrame sobre nosotros como ocurrió aquél Pentecostés en el Aposento Alto con los primeros seguidores de Jesús. Él les había prometido a sus discípulos que recibirían poder cuando descendiera sobre ellos el Espíritu Santo, y le serían testigos ¡La promesa de poder en el Espíritu es para servir y para ministrar! La intención de Cristo fue que cada hijo de Dios proclamara el mensaje y supliera las necesidades del mundo con el poder del Espíritu Santo. La iglesia tiene que tomar conciencia de que la llenura del Espíritu Santo es esencialmente para que el reino de Dios se extienda.
No podemos brillar, ni ser testigos de un Cristo resucitado, ni vencer al pecado y a las tinieblas sin el poder del Espíritu. Recordemos que estamos en guerra con Satanás y tenemos una lucha con potestades a la que tenemos que enfrentar revestidos de poder.
Recibir el poder y ser testigos, son dos verdades que van de la mano. No sirve de nada el poder del Espíritu si no salimos a ser testigos de Cristo. Y tampoco seremos eficaces, intentando ser testigos sin poder. No podemos ganar ninguna batalla con armas carnales. Pero si no tenemos la firme convicción de ser testigos y predicar el evangelio, no pidamos más poder. Porque la unción del Espíritu es para cumplir la misión que Dios nos ha encargado. Si Dios nos está avivando, la realidad es que nos está comprometiendo a salir a evangelizar.
¿Cuál es la diferencia entre avivamiento y evangelismo? Avivamiento es revivir algo que tuvo vida antes. No podemos revivir  algo que nunca tuvo vida. Pero evangelismo es dar nueva vida a aquellos que están “muertos en delitos y pecados”.  El avivamiento es para los cristianos; el evangelismo es para el mundo.
El lugar para el avivamiento es adentro del edificio de la iglesia. El lugar para el evangelismo es afuera del edificio. El mundo perdido ha tratado de decir algo a los cristianos desde hace mucho tiempo. “Su pastor podrá ser un gran predicador,  puede tener los mejores músicos y el mejor programa, pero no estoy interesado en entrar a su iglesia”.
Hay millones de personas necesitadas, desesperadas, solas, temerosas, sin amor, abandonadas que están maduras para la cosecha ¡Pero están esperando afuera del templo! Necesitan salvación, quieren perdón, buscan conocer a Cristo, tienen miedo de morir como están, anhelan tener una relación con Dios, pero muchas de ellas tal vez nunca lleguen a la iglesia.
Cuando vamos hacia ellas y les presentamos el evangelio, afuera donde están, alegremente aceptan a Cristo, y esas personas nos siguen a la iglesia. Saben que alguien se preocupó por ellas, que llegaron a ellos y les ayudaron a recibir a Cristo en su propio terreno. Ir a su realidad y hablarle de Cristo es decirle: “Tu vida me importa”. Todos los hombres quieren ser amados, quieren que alguien se preocupe por ellos.
El Espíritu está hablándonos en este tiempo. Él dice: Hacen falta odres nuevos para el vino nuevo que Dios quiere derramar sobre nosotros, para eso debemos profundizar en el conocimiento de la persona del Espíritu Santo, su obra, su poder y su relación con la iglesia.
Dios quiere hacer una obra nueva, más allá de las ideas preconcebidas y de las barreras mentales. Dios quiere derramar vino nuevo sobre su Iglesia, pero necesita de odres nuevos. Nuestra mentalidad, nuestra manera de vivir la fe, nuestro corazón debe ser renovado. Es necesario que se remuevan estructuras, valores y prácticas que no sirven para el nuevo tiempo que Dios está trayendo a nuestra sobre la iglesia.
El mundo que nos toca redimir es cada día más complejo, y las tinieblas son cada día más intensas. Pero cuando abundó el pecado sobreabundó la gracia. Y los hijos de luz tenemos poder sobre las tinieblas. Tenemos que fortalecer nuestra fe, renovar nuestra visión y levantar un ejército de hombres y mujeres militantes, capaces de dar sus vidas por la causa del Reino.
Necesitamos una iglesia que esté sentada en los lugares celestiales con Cristo. Una iglesia llena de amor y de luz, una iglesia militante, una iglesia radical con el pecado, una iglesia llena del poder y del fuego del Espíritu que extienda las fronteras del Reino de Dios y las puertas del infierno no la puedan detener.
Vamos a pedirle al Espíritu Santo que vuelva a encender nuestras vidas y congregaciones con el fuego del Pentecostés.



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