jueves, 4 de julio de 2013

Hambre de Dios

Tengo hambre de tu presencia -rogué al Señor en los primeros días de enero-. Aunque  caminamos juntos por tanto tiempo, confieso que no te conozco lo suficiente. Cada vez que  me acerco a tu presencia, me sumerjo en tu inmensidad y contemplo tu gloria mi espíritu se siente seducido a buscarte más y más, pero mi alma caprichosa termina arrastrándome a las urgencias y la vanidad de la vida, expresé en profundo quebrantamiento.
Estas son palabras que seguramente te son comunes. Tantas veces se las he dicho a Dios. Pero en mi caso, en estos días en que estoy cansado de mí mismo, de promesas incumplidas, y errores repetidos, se ha desatado en mi espíritu un hambre insaciable por su santa persona. Después de haber hecho tantas cosas en su nombre, ahora sólo quiero verlo obrar a Él. Luego de hablar tanto acerca de Dios, sólo anhelo atender a sus palabras ¡Sí, quiero ver su gloria!
He comprendido que mi amor y mi confianza hacia Dios son tan limitados como el conocimiento que tengo de su persona. Lo amo, pero nunca llega a la medida en que me ama.  Siento que  necesito experimentar lo que Job declaró a fuerza de tantos dolores: “Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:4).
Ver a Dios es lo que pidió Moisés. El sentía el peso de la responsabilidad de llevar a todo un pueblo en un peligroso viaje por el desierto hasta llegar a la tierra prometida por Dios. Era un reto que supera a cualquier hombre. Antes de partir Moisés habla con Dios confesando la absoluta dependencia de su persona: “Me dijiste que me amas y confías en mí. Si eso es verdad, dime qué piensas hacer, para que yo también llegue a amarte y tú sigas confiando en mí. No olvides que este pueblo es tuyo y no mío. Si no vas a acompañarnos, no nos pidas que salgamos de aquí. Acompáñanos, y seremos diferentes de los otros pueblos de la tierra (Éxodo 33:14)
Su oración comienza declarando una certeza. “Sé que me amas y confías en mí”. Y esa debe ser una verdad que sostenga cualquier empresa para Dios. Necesitamos comenzar por el principio, por nuestra identidad ¿Sientes el amor y al confianza de Dios? Sin esa seguridad cualquier empresa se hace cuesta arriba, pero quien se sabe que es amado por Dios se para desde el lugar de hijo, y como hijo sabe que cuenta con el respaldo de su Padre para todo lo que emprenda.
Luego hace una pregunta bien específica: “¿Qué piensas hacer? ¿Cuáles son tus planes?” Porque los caminos de Dios no son los nuestros y necesitamos que nos enseñe a estar en el centro de su voluntad. Dios preparó un camino para que andemos por él este año, y necesitamos nos guíe para no perder tiempo, esfuerzo y confianza en hacer muchas cosas a las que Dios no nos ha llamado. Pero tenemos la garantía de que Dios compartirá sus planes con nosotros porque “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto” (Sal. 25:14)
Moisés expresó luego su deseo más profundo: “Quiero amarte, y por eso quiero conocerte”.  El anhelo de Moisés era amar a Dios como él debe ser amado. Un amor que no se compara con ningún otro, que es más ardiente que el fuego y las muchas aguas no lo pueden apagar pero reconocía que su amor hacia Dios era tan limitado como el conocimiento que tenía de él ¿Cuánto le amas? Si buscas su presencia, si deseas conocerle profundamente, tu amor hacia su persona crecerá a alturas que aún no has experimentado.
Dios le prometió que su presencia iría con él y le daría descanso. Se lo había prometido desde el primer día en que lo llamó desde la zarza cuando le dijo: Anda, porque yo estoy contigo. Pero Moisés, lejos de conformarse con saber que contaba con la protección y el cuidado de Dios fue por más, y pidió conocer su gloria ¡Quiero verte!, le dijo.
Cuántas veces me he conformado sólo con saber que Dios estaba a mi lado, y apoyaba mis iniciativas ¡Pero Moisés quería conocer a Dios! Los poderosos milagros de los que fue testigo Moisés no hicieron otra cosa que desatar el hambre por la persona de Dios.
Amigo, no podemos conformarnos con un milagro, no nos quedemos contemplando la zarza ardiente, ni las manifestaciones de su poder ¡Busquemos conocer su gloria!
El profeta Oseas levanta la voz a Israel y declara: “¡Oh, si conociéramos al Señor! Esforcémonos por conocerlo. Él nos responderá y vendrá tan cierto como viene el amanecer, o llegan las lluvias a comienzos de la primavera” (Oseas 6:3)
Reconozco que mi conocimiento de la persona de Dios no ha sido suficiente, demasiada religión y obras de hombres. Pero es tiempo de buscarlo con la desesperación de un hambriento, y del ciego que clama por vista. Si así lo hacemos, se nos descubrirá como el sol del amanecer y la esperada lluvia que siempre llega a tiempo.


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