Tengo hambre de tu
presencia -rogué al Señor en los primeros días de enero-. Aunque
caminamos juntos por tanto tiempo, confieso que no te conozco lo suficiente.
Cada vez que me acerco a tu presencia, me sumerjo en tu inmensidad y
contemplo tu gloria mi espíritu se siente seducido a buscarte más y más, pero
mi alma caprichosa termina arrastrándome a las urgencias y la vanidad de la
vida, expresé en profundo quebrantamiento.
Estas son
palabras que seguramente te son comunes. Tantas veces se las he dicho a Dios.
Pero en mi caso, en estos días en que estoy cansado de mí mismo, de promesas
incumplidas, y errores repetidos, se ha desatado en mi espíritu un hambre
insaciable por su santa persona. Después de haber hecho tantas cosas en su
nombre, ahora sólo quiero verlo obrar a Él. Luego de hablar tanto acerca de
Dios, sólo anhelo atender a sus palabras ¡Sí, quiero ver su gloria!
He
comprendido que mi amor y mi confianza hacia Dios son tan limitados como el
conocimiento que tengo de su persona. Lo amo, pero nunca llega a la medida en
que me ama. Siento que necesito experimentar lo que Job declaró a
fuerza de tantos dolores: “Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De
oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:4).
Ver a Dios
es lo que pidió Moisés. El sentía el peso de la responsabilidad de llevar a
todo un pueblo en un peligroso viaje por el desierto hasta llegar a la tierra
prometida por Dios. Era un reto que supera a cualquier hombre. Antes de partir
Moisés habla con Dios confesando la absoluta dependencia de su persona: “Me dijiste que me amas y confías en mí.
Si eso es verdad, dime qué piensas hacer, para que yo también llegue a amarte y
tú sigas confiando en mí. No olvides que este pueblo es tuyo y no mío. Si no
vas a acompañarnos, no nos pidas que salgamos de aquí. Acompáñanos, y seremos
diferentes de los otros pueblos de la tierra (Éxodo 33:14)
Su oración
comienza declarando una certeza. “Sé que me amas y confías en mí”. Y esa debe
ser una verdad que sostenga cualquier empresa para Dios. Necesitamos comenzar
por el principio, por nuestra identidad ¿Sientes el amor y al confianza de
Dios? Sin esa seguridad cualquier empresa se hace cuesta arriba, pero quien se
sabe que es amado por Dios se para desde el lugar de hijo, y como hijo sabe que
cuenta con el respaldo de su Padre para todo lo que emprenda.
Luego hace
una pregunta bien específica: “¿Qué piensas hacer? ¿Cuáles son tus planes?”
Porque los caminos de Dios no son los nuestros y necesitamos que nos enseñe a
estar en el centro de su voluntad. Dios preparó un camino para que andemos por
él este año, y necesitamos nos guíe para no perder tiempo, esfuerzo y confianza
en hacer muchas cosas a las que Dios no nos ha llamado. Pero tenemos la
garantía de que Dios compartirá sus planes con nosotros porque “La comunión íntima de Jehová es con los
que le temen, y a ellos hará conocer su pacto” (Sal. 25:14)
Moisés
expresó luego su deseo más profundo: “Quiero amarte, y por eso quiero
conocerte”. El anhelo de Moisés era amar a Dios como él debe ser amado.
Un amor que no se compara con ningún otro, que es más ardiente que el fuego y
las muchas aguas no lo pueden apagar pero reconocía que su amor hacia Dios era tan
limitado como el conocimiento que tenía de él ¿Cuánto le amas? Si buscas su
presencia, si deseas conocerle profundamente, tu amor hacia su persona crecerá
a alturas que aún no has experimentado.
Dios le
prometió que su presencia iría con él y le daría descanso. Se lo había
prometido desde el primer día en que lo llamó desde la zarza cuando le dijo:
Anda, porque yo estoy contigo. Pero Moisés, lejos de conformarse con saber que
contaba con la protección y el cuidado de Dios fue por más, y pidió conocer su
gloria ¡Quiero verte!, le dijo.
Cuántas
veces me he conformado sólo con saber que Dios estaba a mi lado, y apoyaba mis
iniciativas ¡Pero Moisés quería conocer a Dios! Los poderosos milagros de los
que fue testigo Moisés no hicieron otra cosa que desatar el hambre por la
persona de Dios.
Amigo, no
podemos conformarnos con un milagro, no nos quedemos contemplando la zarza
ardiente, ni las manifestaciones de su poder ¡Busquemos conocer su gloria!
El profeta
Oseas levanta la voz a Israel y declara: “¡Oh, si conociéramos al Señor!
Esforcémonos por conocerlo. Él nos responderá y vendrá tan cierto como viene el
amanecer, o llegan las lluvias a comienzos de la primavera” (Oseas 6:3)
Reconozco
que mi conocimiento de la persona de Dios no ha sido suficiente, demasiada
religión y obras de hombres. Pero es tiempo de buscarlo con la desesperación de
un hambriento, y del ciego que clama por vista. Si así lo hacemos, se nos
descubrirá como el sol del amanecer y la esperada lluvia que siempre llega a
tiempo.
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