jueves, 4 de julio de 2013

Da lo que tienes

Los hijos de Dios estamos llamados a dar y a darnos con el mismo amor y compromiso que expresó nuestro Señor Jesucristo al descender del cielo y reconciliarnos con el Padre. Debemos recordar las palabras de Pablo cuando le dijo a los filipenses: “Haya en vosotros este mismo sentir” (Fil.2:5)
Luego de Pentecostés, los discípulos, llenos del Espíritu Santo, comenzamos a vivir unidos, fervientes, generosos y creciendo en la gracia del Señor. Inmediatamente, comenzamos a ser luz y sal en el pueblo. Nos cuenta en los Hechos que tenían el favor de todo el pueblo y el Señor añadía cada día a la iglesia a los que habían de ser salvos.
El Espíritu Santo había descendido sobre ellos para que fueran testigos, y comenzaron a hacerlo. El capítulo 3 de los Hechos el primer milagro narrado por mano de los discípulos. Pedro y Juan estaban yendo al templo a orar y se encuentran con aquél cojo de nacimiento, al cual estaban acostumbrados a ver. Pero en esta oportunidad algo cambió. El Espíritu les dio ojos sensibles y compasivos a la necesidad, y ellos estaban llenos de fe y de amor.
Cuando aquel pobre hombre les pidió una limosna, en ese instante el Espíritu los sacudió para que intervinieran en su vida y rompieran esa maldición que lo ataba a la miseria.
“Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos”. No sólo lo dijeron para llamar la atención del cojo, sino porque en sus rostros se reflejaba la esperanza y el amor de Cristo. Ellos sabían que cuando este hombre les mirara se llenaría de fe.
No tenemos que temer brillar. La luz fue hecha para iluminar y no es humildad ocultarnos, sino incredulidad de lo que realmente somos. Si Jesús nos hizo luz, vamos a iluminar. Nosotros también tenemos que decir a los necesitados: ¡Míranos! En todo caso, la pregunta es ¿Qué ve la gente cuando nos mira? ¿Esperanza y fe, o incredulidad y duda? El relato dice que él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Pero ellos no iban a dar “algo”, sino a “alguien”. Ellos lo conectaron a la fuente de poder, al Espíritu de sanidad.
La declaración de Pedro es poderosa y nos enseña mucho: “Mas  Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy” ¡Aleluya!  Hay cosas que no se arreglan con unas monedas. Son necesidades profundas que no pueden suplidas con bienes materiales. Hay necesidad de amor, de paz, de esperanza, de salud, de perdón, de libertad y tienen que ser suplidas por aquellos que han sido satisfechos en sus propias necesidades y están llenos de todas estas cosas.
No tienes que dar lo que no tienes. Tienes que compartir lo que Dios te ha dado ¿Qué tenemos? ¿Qué nos proveyó Dios? Eso es lo que tenemos y podemos dar. Recordaron las palabras de Jesús “de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mt. 10:7)
Pedro declaró: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos”. Esa mano estaba ungida con el poder del Espíritu ¡Hay poder en nuestras manos!
“Y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios” ¡Las señales se confirman alabando a Dios en el templo! Para este necesitado la iglesia llena del Espíritu tuvo respuesta para lo que la religión oficial no tenía.
Esta experiencia nos recuerda algunas cosas fundamentales:
1)   La necesidad está a las puertas de la iglesia ¡Salgamos a la calle!

2)   Los hombres tienen necesidades que sólo la Iglesia puede suplir. Salvación y sanidad para las naciones es el objetivo de la iglesia.
3)   Necesitamos creer que estamos preparados para bendecir a la humanidad. Con el poder del Espíritu Santo tenemos la capacidad para ser testigos de Cristo.
4)   No tenemos que dar otra cosa que lo que Dios nos ha dado. Sencillez pero efectividad.
5)   Tenemos que pedirle a Dios que nos llene de amor y compasión por los que sufren. Y esto sólo es posible a través de la oración. Cuando nos acercamos a él, nos identificamos con su corazón.


“¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia” (Isaías 58:6)

No hay comentarios:

Publicar un comentario