jueves, 4 de julio de 2013

¡Quiero avivamiento!

Hace poco me senté a releer lo que ocurrió en el avivamiento de la calle Azuza. El hombre usado por el Señor para ser el líder de este avivamiento fue William J. Seymour, un ministro bautista negro. Cuenta Ron McIntosh en su libro "Desesperados por el Avivamiento":
"En los comienzos de 1906, Seymour fue invitado a visitar una iglesia en los Ángeles con la posibilidad de llegar a ser su pastor. Convencido de que el bautismo en el Espíritu Santo era para esos días, predicó ese mensaje y pronto lo echaron de esa iglesia. Entonces, Seymour tuvo reuniones en un hogar, aquellos servicios en el living de la casa pronto crecieron tanto que se hizo necesario otro lugar más amplio: El edificio de la Calle Azusa 312, que había sido una iglesia Episcopal Africana Metodista, y luego una caballeriza de alquiler y un almacén; allí Dios derramó Su Espíritu."
"Las personas fueron llenas con el Espíritu Santo, y cada necesidad imaginable fue solucionada, y prevaleció el poder sanador de Dios. No existieron las barreras raciales como había sucedido en Houston. Cuando el poder de Dios cayó, atrajo a negros y blancos por igual. Todas las razas llegaban para estar en la presencia de Dios. Personas de todo el mundo fueron a esa modesta propiedad para ver lo nuevo que Dios estaba haciendo."
"Los bancos de la calle Azusa eran tablones de madera y el púlpito era dos cajas vacías dadas vueltas, una sobre la otra. Aun así, desde esta humilde propiedad comenzó un máximo mover de Dios. Por tres años, día y noche, el milagroso poder de Dios no paró. Había reuniones tres veces al día, los siete días de la semana. Algunas reuniones eran continuadas, sin comienzo ni final. Los curiosos, incrédulos, y creyentes hambrientos se congregaban en el lugar."
"La atmósfera era insostenible para una persona carnal. Los no creyentes caían al piso en arrepentimiento. No se le daba honra a nadie por causa de sus medios o educación, sino por los dones dados por Dios. Las reuniones casi no tenían forma. Las personas oraban o cantaban en el Espíritu y adoraban a Dios, hasta que el Espíritu Santo le daba a alguien una profecía, una lengua e interpretación, o un mensaje."
"Seymour supervisaba las reuniones, pero verdaderamente el Espíritu Santo estaba a cargo. Frecuentemente Seymour se sentaba detrás de las dos cajas vacías que servían de púlpito. Durante la oración él ponía su cabeza dentro de la que estaba arriba y el poder de Dios caía. Él se mantenía humilde, nunca pidiendo nada de atención para él o buscando algún crédito o gloria por los sucesos."
"Cuentan que cierta vez llegó un predicador desde Chicago con el objetivo de hacer ver que esas reuniones eran un fraude. Cuando entró en la misión se le acercó una niña de trece años la cual le profetizó: "Así dice el Señor, tú has venido aquí para criticar a la gente, pero yo te he traído aquí con otro propósito." El hombre cayó de rodillas en arrepentimiento humilde."
"La simple humildad de la calle Azusa nos da la más grandiosa esperanza de que Dios puede hacer lo mismo en nuestro días."

De acuerdo a historiadores de la Iglesia más de quinientos millones de personas han sido afectadas por este mover de Dios. También fue el fundamento para el derramamiento carismático pentecostal. Hoy podemos esperar lo mismo y hasta más. Lo mejor está por venir y el derramamiento postrero será mayor que el primero, pero tengamos en cuenta algunas de las enseñanzas de Azusa:
1. Humildad
2. Búsqueda de Dios
3. Hambre por lo sobrenatural
4. Dar la gloria al Señor
5. Unidad de espíritu

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